Columna: PULSO SOCIAL
Por Arturo Allende González*
Como lo señalé en su momento, desde la toma de posesión de Donald Trump -por segunda ocasión como presidente de los Estados Unidos de América, el 20 de enero del 2025-, pasamos de las declaraciones, amenazas y especulaciones, a una cruda y preocupante realidad en diversos rubros, uno de ellos tiene que ver con la puesta en marcha de una política exterior expansionista de corte imperialista, que de manera obligada nos remite a la “Doctrina Monroe”, lo anterior a partir de considerar tres pretensiones abiertamente expresadas por el presidente Trump: anexión de Canadá a la Unión Americana, recuperar y adueñarse del Canal de Panamá y (al momento de escribir el presente artículo), la persistente amenaza militar a Venezuela, con acentuadas intenciones intervencionistas.
Tal escenario ha dado pauta a que algunos analistas y articulistas hayan publicado interesantes notas, relacionando la política exterior de Donald Trump con los postulados de la “Doctrina Monroe”, entre las que se encuentran las siguientes:
  • La Doctrina Monroe es ahora doctrina Trump (La Jornada 28 de octubre de 2025).
  • Trump retoma la Doctrina Monroe para controlar América del Sur (La Jornada 29 de octubre de 2025).
  • La doctrina ‘Monroe‘ (Milenio 21 de noviembre de 2025).
  • Trump revive la Doctrina Monroe para consolidar la hegemonía de EU en América Latina (La Jornada 5 de diciembre de 2025).
El tema en cuestión, me motiva a exponer algunas reflexiones y señalamientos importantes que en su oportunidad expresó el eminente internacionalista y docto jurista mexiquense Isidro Fabela, sobre el mensaje del presidente norteamericano James Monroe dirigido al Congreso de su país, el 2 de diciembre de 1823, conocido como “Doctrina Monroe”, a cuyo amparo los Estados Unidos han desarrollado en buena medida desde entonces su política exterior.
Mr. Monroe sentó su mensaje presidencial en cuatro principios, relativos a la política internacional de su país, a saber:
  • Los Estados Unidos no permitirán nuevas colonias en América.
  • Los Estados Unidos se opondrán a las intervenciones europeas en los estados iberoamericanos.
  • Los Estados Unidos no han intervenido, ni intervendrán, en las colonias europeas ya establecidas en América
  • Los Estados Unidos no intervendrán en los negocios internos de las potencias europeas.
Si los pensamientos centrales del mensaje -de Monroe- establecieran principios de aplicación universal, fundados en la justicia absoluta, o estuviesen basados en el interés de todas las naciones del globo, o al menos en el interés del nuevo continente, todos los demás países hispanoamericanos se habrían adherido a la declaración del presidente estadunidense; pero como no se trata de una teoría sino de una manifestación, que nada tiene de doctrina, y que sólo establece la política que los Estados Unidos desean imponer a Europa, respecto a los estados americanos sin consultar con ellos, resulta que, desde el punto de vista del derecho de gentes, no nos debe obligar.
La primera parte de la declaratoria, la relativa a que Europa no puede colonizar en América nuevos territorios, jurídicamente no tiene valor alguno, porque no habiendo terrenos vacantes en América susceptibles de colonización, sale sobrando la prohibición de colonizarlos; y si hubiera terreno, de aquellos que la ciencia jurídica llama nulius, ellos serían colonizables, conforme a derecho.
La manifestación del presidente Monroe al Congreso de su país fue un acto doméstico, que ni siquiera se elevó a la categoría de ley nacional, porque no fue ni ha sido aprobado por el Congreso estadounidense, no podía un mensaje del Ejecutivo norteamericano modificar los principios de derecho, aceptados por todas las naciones y considerados justos por los tratadistas antiguos o modernos. Pero además de ser antijurídica esa primera parte de la Doctrina Monroe, no tiene ya aplicación, puesto que las tierras todas de América están políticamente divididas entre los distintos estados que integran el nuevo mundo. En esas condiciones la doctrina monroísta, por lo que se refiere a la no colonización, tiene ahora solamente un interés histórico.
La parte del mensaje que se opone a la intervención europea en los estados iberoamericanos, no entraña una teoría nueva del derecho de gentes; ratifica el muy antiguo principio de no intervención, que todo el mundo reconoce como legítimo, aunque no todas las potencias lo respeten.
La novedad de la doctrina consiste en que el presidente Monroe habló en nombre de todos los estados del continente sin tener su representación, y se constituyó en su aparente protector, sin su consentimiento. La América española ni solicitó la declaración de Monroe, ni la aprobó jamás; por el contrario, la América española, al contemplar las interpretaciones egoístas y las aplicaciones atentatorias que se han dado a la doctrina, se ha erguido en repetidas ocasiones contra ella, protestando contra esa elástica medida política, que únicamente ha servido a ciertos gobiernos de la unión, unas veces para atacar a Europa; otras para intervenir y despojar a los países hispanoamericanos y nunca, en realidad, para efectuar un acto lealmente desinteresado.
Esta parte de la Doctrina Monroe es la vigente para la política norteamericana, y es la que han aplicado los Estados Unidos, dándole distintas interpretaciones, desde la aceptable de sus orígenes hasta la inmoral, injusta e ilegítima que consiste en no tolerar que Europa intervenga en Hispanoamérica para reservarse los Estados Unidos esa facultad, que de hecho han venido ejerciendo impunemente en varias naciones americanas, contrariando notoriamente el pensamiento del presidente Monroe, y transgrediendo de un modo flagrante las leyes internacionales.
Abundando en esas razones y en otras más, históricas y jurídicas, “Acción Iberoamericana” rechaza en absoluto la Doctrina Monroe, y trabajará porque las juventudes hispanoamericanas la desestimen y la proscriban de su ideología internacional, porque ella no existe para nuestro bien, sino para nuestro daño.
Así de riguroso, desde el punto de vista jurídico, fue el análisis efectuado por el licenciado Isidro Fabela a la Doctrina Monroe y de categórica la descalificación y rechazo a una política exterior de corte imperialista, arbitraria, ventajosa y desleal.
Hoy como ayer -o quizá más que entonces-, los países latinoamericanos deben cerrar filas, con el fin de frenar los apetitos imperialistas del gobierno norteamericano; la historia registra varios acontecimientos de porque, no pueden flexibilizar su posicionamiento político, sin poner en riesgo: soberanía, territorialidad, recursos estratégicos e independencia. Ojalá los gobernantes de la región lo entiendan y actúen con la altura de miras y la responsabilidad republicana que el delicado momento les demanda.
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