Columna: ANECDOTARIO DE MI PUEBLO 
Por: Antonio Corral Castañeda* 
El cine en Atlacomulco tiene su antecedente allá por el año de 1925, cuando el padre Fermín J. Villaloz comenzó a exhibir películas en el salón-teatro del Colegio Parroquial (lugar donde ahora está el mercado), destinando las ganancias a la beneficencia pública. Varios años más adelante, en 1949, Don Benjamín Monroy Escamilla, que desde entonces comenzó a dedicarse a esta actividad, consiguió el permiso para efectuar funciones de cine en el nuevo Salón de Actos de la Escuela Primaria “Rafael Favila”. Durante el gobierno estatal del C. Alfredo del Mazo Vélez (1945-1951) se construyó el primer Cine Teatro de Atlacomulco (rehabilitado en 2014), mismo que fue planeado y dirigido por el Ing. Armodio A. del Valle, inaugurándose en 1951 con la presencia de Pedro Infante y la proyección de gala de la gran película “Sobre las Olas”. (https://web.facebook.com/search/top/?q=pedro%20infante%20en%20atlacomulco). 
A partir de 1952, Don Benjamín Monroy, quien fuera presidente municipal en dos ocasiones, obtuvo la concesión del Teatro del Pueblo para realizar funciones de cine, continuando con dicho permiso, de manera ininterrumpida, alrededor de treinta años (para 1982 pasó a depender del DIF). Bien recuerdo que las funciones eran los sábados, domingos, lunes y jueves, a las 4:00 de la tarde y a las 9:00 de la noche, exhibiéndose dos películas por lo común de corte campirano.  
Ahora bien, tocante a la frasecita que da título a este relato: “A la noche dijo Don Benja”, se originó a raíz de que cuando se juntaban los chiquillos y no tan chiquillos, que obviamente no tenían para pagar el boleto, generalmente durante el intermedio o cuando se estaba ya proyectando la segunda película, y le solicitaban a Don Benja, como cariñosamente todos le llamaban , que los dejara entrar gratis para ver lo poco que aún quedaba de la función; entonces Don Benjamín les contestaba: “Sí, cómo no, a la noche”, o simplemente: “A la noche”. 

Con esta lacónica frase les estaba diciendo que sí les permitía pasar, pero en la función de la noche, lo cual nunca se llegaba porque en la noche les decía lo mismo, y así una y otra vez. 
Con el tiempo el dichito éste se hizo muy popular y la gente lo empezó a usar aplicándolo a otros asuntos o actividades de la vida diaria, de tal modo que cuando alguien le pedía un favor a otro, este último le decía: “A la noche, dijo Don Benja”, o como dice Don Benja: “A la noche”. Esto equivalía o se interpretaba como una negativa; a decir que sí pero después, un después que nunca llegaría.  

Así es que ya lo sabe. Si alguien le pide prestado algo, dígale con toda cortesía: ¡A la noche, dijo Don Benja!  
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