Francisca Feliciana García Martínez*
     En el centro y sur de México y en América Central (que en conjunto componen la región conocida como Mesoamérica) esta celebración cristiana del día de Todos Santos y del Día de Muertos, que trajeron los españoles (antes que los frailes), se combinó con elementos de la religión autóctona y del sincretismo resultó una original celebración en el Día de Muertos, distinta de las otras naciones católicas.
    Durante el mes 14, el de Quecholli (“flecha arrojadiza”), se llevaba a cabo “la fiesta de los cazadores” en honor de Camaxtle[i]. Iniciaba “según nuestra cuenta y meses, a dieciséis de noviembre” (Durán 1579, 281).
En la descripción que de esta celebración hace Fray Bernardino de Sahagún quien nada dice sobre las fiestas chica y grande de los difuntos, es decir difuntos niños y difuntos adultos aporta un dato interesante que no aparece en Durán: durante ese mes se llevaban a cabo además “muchas ceremonias por los difuntos”, de las cuales sólo describe la siguiente:
     “Al quinto día hacían unas saeticas pequeñas, a honra de los difuntos, eran largas como un jeme o palmo y poníanlas resina en las puntas, y en el cabo el casquillo era de un palo; de por aquí ataban cuatro saeticas y cuatro teas con hilo de algodón flojo, y poníanlas sobre las sepulturas de los difuntos; también ponían juntamente un par de tamales dulces; todo el día estaba esto en las sepulturas y a la puesta del sol encendían las teas, y allí se quemaban las teas y las saetas. (1582, 90) El carbón y ceniza que de ellas se hacía -prosigue Sahagún- enterrábanlo sobre la sepultura del muerto, a honra de los que habían muerto en la guerra.
    Tomaban una caña de maíz, que tenía nueve nudos, y ponían en la punta de ella un papel como bandera, y otro largo que colgaba hasta abajo (y) al pie de la caña ponían la rodela de aquel muerto, arrimada con una saeta; también ataban a la caña la manta y el maxtle; en la bandera señalaban con hilo colorado un aspa de ambas partes, y también labraban el papel largo con hilo blanco, torcido desde arriba hasta abajo, y del hilo blanco colgaban el pajarito que se llama huitzitzilin, (muerto)” (Sahagún, 1582, 140).
     La costumbre actual correspondiente al "Día de Muertos" se origina en el México prehispánico con el culto a los difuntos y más específicamente con los rituales mortuorios destinados a encaminar el "alma" del occiso hacia el espacio-tiempo de la muerte que le correspondía, a asumir culturalmente la degradación orgánica del cadáver, y a dirimir catárticamente el dolor de los vivos.
     En el mundo precolombino, lazos rituales continuos se mantenían con los difuntos. Los que habían sido "escondidos" por el dios Mictlantecuhtli o que habían ido a atlan oztoc, "al lugar del agua, en la cueva", intervenían en los actos importantes de la comunidad. Se invocaban para la siembra, la cacería o la guerra, se convocaban en el contexto de ritos mágicos, y se evocaban para distintos acontecimientos sociales como los nacimientos, matrimonios, etcétera. Los finados seguían participando espiritualmente de manera activa a la vida del grupo.  Eran a su vez objetos de veneración y de culto por parte de la familia, del calpulli, o de la nación entera, según su rango o su desempeño socio-existencial. Entre las numerosas celebraciones que les eran consagradas destaca sin duda el funeral, primera fiesta de difuntos que consumía ritualmente la separación del difunto de la comunidad de los vivos. Durante los cuatro meses y los cuatro años que seguían.
    Según modalidades que dependían de la manera en que había muerto la persona y por ende del lugar del inframundo hacia el cual ésta se dirigía. Las fiestas anuales de difuntos son las que dieron su carácter particular a los "días de muertos" que se celebraron el día 1 y 2 de noviembre desde los primeros momentos de la colonia. Consideraremos aquí algunas fiestas de difuntos tal y como se efectuaban en tiempos anteriores a la conquista, no sin antes recordar las distintas "moradas" hacia las que éstos se dirigían.
 LOS LUGARES DE LA MUERTE
    El movimiento espaciotemporal del astro rey, a la vez que estructura cardinalmente el mundo, define asimismo los cuatro lugares donde van a morar los difuntos: Mictlán o "lugar de los muertos" donde impera Mictlantecuhtli, "el señor de la muerte", Tlalocan "lugar del Tlaloc", Tonatiuh ichan "la casa del sol" morada de Huitzilopochtli, y Cincalco "la casa del maíz", regido por Huemac.
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    El Mictlán; los que mueren de muerte natural o de enfermedades que no tienen un carácter sagrado, desciende como el sol poniente en las fauces de Tlaltecuhtli el "Dios de la Tierra".
     El recorrido infraterrenal está constituido por etapas con obstáculos específicos que expresan quizás a nivel narrativo la putrefacción y otros tormentos tanatomórficos que padece un cadáver en su regresión orgánica hacia Aztlán, en este contexto: la blancura ósea que permanece después de cuatro años. El descenso al Mictlán reproduce además la bajada de Quetzalcóatl en el inframundo ya sea como sol poniente o como creador del hombre, y las pruebas que tuvo que sortear el dios.
DÍAS DE MUERTOS EN EL MUNDO NÁHUATL PREHISPÁNICO
    La geografía del inframundo estaba constituida por dos montañas que chocaban una con otra y amenazaba con apresar a los que pasaban, un camino cuidado por una serpiente, un lugar habitado por una lagartija verde xochitonal.
    Había también siete páramos y siete collados. El impetrante llegaba después a un lugar donde soplaban vientos de obsidiana itzehecayan. Por razón de estos vientos y frialdad quemaban todas las petacas y armas y todos los despojos de los cautivos, que habían tomado en la guerra, y todos sus vestidos que usaban; decían que todas estas cosas iban con aquel difunto y en aquel paso le abrigaban para que no recibiese gran pena.
   Lo mismo hacía con las mujeres que morían, que quemaban todas las alhajas con que tejían e hilaban, y toda la ropa que usaban para que en aquel paso las abrigasen de frío y viento grande que allí había, al cual llamaban itzehecayan, y el que ningún hato sentía gran trabajo con el viento de este paso.
    En este recorrido los acompañaban un perro "psicopompo". Y más, hacían al difunto llevar consigo un perrito de pelo bermejo, y al pescuezo le ponían hilo flojo de algodón; decían que los difuntos nadaban encima del perrillo cuando pasaban un río del infierno que se nombra Chiconahuapan, dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho luego mira el perro (y) si conoce a su amo luego se echa nadando al río, hacia la otra parte donde está su amo, y pasa a cuestas. Por esta causa los naturales solían tener y criar los perritos, para este efecto; y más decían, que los perros de pelo blanco y negro no podían nadar y pasar. Dizque decía el perro blanco: yo me lavé; y el negro decía: yo me he manchado de color prieto, y por esto no puedo pasaros. Solamente el bermejo podía pasar a cuestas a los difuntos. (PATRICK JOHANSSON 168,169).
OFRENDA OTOMÍE
    Los rituales de los pueblos indígenas están constituidos en un terreno en el cual el simbolismo cósmico está orientado y divido en tres niveles: cielo (jitsi), tierra (joi) y el mundo de abajo (mui joi), en donde los vivos y muertos disputan.
    Los otomíes tenían su organización política y religiosa, vivían en poblados, tenían su república con mandones y señores que regían a sus súbditos. Con la llegada de los españoles a las zonas otomíes, la religión otomí seguía en pie, a pesar de que algunas prácticas habían desaparecido a causa de las autoridades españolas, por ejemplo, los sacrificios humanos, en que los difuntos regresan a la tierra, es decir, visitan a sus familiares vivos del cual los reciben con ofrendas,  esta ofrenda se caracteriza por su colocación en el suelo en un petate y sobre el mismo se coloca pan y fruta, formando una especie de tumba con floreros en cada punto cardinal y al frente ceras y veladoras encendidas.
    Los Otomíes: la celebración del día de difuntos se empieza desde la mitad del mes de octubre ya que empiezan a comprar; jarros, tapetes y lo que necesiten para la elaboración de los alimentos, cabe mencionar que todos los utensilios deben de ser nuevos, los niños ayudan a deshojar la cempaxúchitl, para después hacer un camino y así orientar a las almas hacia la ofrenda, los petates los ponen como mantel, y otro debajo de la ofrenda, esto es para que descansen los difuntos de su largo camino para recibir sus difuntos y despedirlos por el mismo camino.
OFRENDA ÑJATJO O MAZAHUA
     Los mazahuas o Jñatjo, poseen costumbres y tradiciones, que forman parte de su identidad y pertenencia, tradiciones de legados ancestrales, como son; el Día de los Fieles Difuntos.
        El pueblo mazahua posee un sentido muy profundo de la vida y de la muerte, su concepción parte de la armonía, entre el espacio y el tiempo entre lo terrenal y lo cósmico, entre lo que es el cuerpo y el espíritu.
    Los Ñjatjo en su vida siguen el camino del sol, cuando muere un adulto va en dirección de lo azul, si muere un pequeño en dirección de lo rojo; estos dos colores simbolizan mucho para este pueblo y sus rituales a la muerte, el rojo es el color de la vida que nace y el azul es el color de quien ya ha vivido un periodo más largo sobre la tierra.
    Cuando llega su tiempo y tiene que irse, el cuerpo se lleva a guardar en el vientre de la tierra, se coloca con los pies en dirección al sol, la familia, deposita un puño de tierra y al irse formando la tumba se puede ver el montículo de tierra quedando alto, significa que su espíritu quería seguir viviendo, pero su cuerpo ya no podía.
    Cuando se guarda en la tierra el cuerpo de una persona, se le colocan algunas pertenencias, si es hombre se le coloca la ropa que más acostumbraba usar, si es mujer se le colocan sus enaguas, quesquemetl, faja y demás ropas que solía usar, no olvidando una pequeña piedra para que tenga con qué defenderse en su camino al inframundo.
     En algunos lugares cuando alguien muere se le baña, si es niño en una cazuela de barro, a los adultos se les lava su cuerpo, para que se vaya limpio en su camino.  Hay padrinos de la muerte, se llaman también de la cruz; en los adultos se le busca alguno de sus compadres, padrinos de sus hijos regularmente, y en el pequeño difunto se les llama a sus padrinos de bautizo.
    A la mariposa monarca se le relaciona con el espíritu de las animas y hay que respetarla, en los últimos días de octubre y a principios de noviembre llegan, se dicen que son las animas, que son esperadas con una ofrenda y pasado el Día de Muertos regresan a su lugar de origen.
     El (ayuda mutua) pjos’ u tee, de la muerte, consiste en la participación y apoyo a la familia del difunto, se acude al velorio llevándoles alimentos y apoyo económico, hay cantos y alabanzas. Si es un niño hay música y cohetes, si es adulto se doblan las campanas, y el día del entierro en su recorrido hacia el panteón, se toca la campana de la iglesia de la comunidad hasta que se termina el sepelio, toda la gente se regresa a la casa del difunto para darles de comer a los padrinos y la gente que los acompañó al panteón.
    La ofrenda a las animas reviste especial atención en el pueblo mazahua y tiene algunas variantes según la región o comunidad; en algunas comunidades la llegada de los difuntos es a las 12 del día y se van al siguiente día a la misma hora, se reciben con una ofrenda colocada sobre el petate o alfombra de flores y una comida para su llegada.
   EN EL PUEBLO DE SANTIAGO CAOCHICHITLÁN Y BOMBARÓ (Mpio. De Temascalcingo, Méx.), la ofrenda se coloca el día 30 de octubre; se coloca para los niños sin bautizo, el 31, es para los niños bautizados y adolescentes, los reciben con alimentos  que les gustaban, el día 1 de noviembre es para los difuntos adultos, los reciben con repique de campana , incienso con un sahumerio, velas, veladoras, ceras o sirios hechas con cera de abejas, y mientras  se están colocando las velas se va nombrando el nombre de cada uno de los difuntos o de las  animas, después se esparce el oloroso copal en forma de cruz a los cuatros puntos cardinales
      A la ofrenda de los niños que no fueron bautizados se les coloca un plato de barro con agua y una flor sobre ésta, para que el ánima del niño se bañe, en algunos lugares se les coloca sal, se le coloca en el pequeño altar familiar dentro de la casa.
     Los niños que fueron bautizados y adolescentes, se les coloca leche, atole, agua hervida con piloncillo en una olla de barro nueva y endulzada, también se le coloca comida para los adolescentes, como frijoles, pan, tortillas, calabazas, chayotes elotes y demás alimentos que les gustaban en vida, se coloca encima de una alfombra de flores de la temporada o de silvestre.
     En la ofrenda de los adultos se le colocan flores de la época, desde tiempo muy antiguo se les colocan dos capas de flores como cincollagas; mbanderruxu  (cempasuchitl silvestre) flor de jarritos que se dan solamente en esta fecha (ndanxalo en mazahua), flor de gato (Ndemixi). La colocación de las flores por lo regular es en el piso dentro de la casa o en las capillitas o pequeños oratorios familiares, la ubicación de las flores, es de oriente a poniente que es una de las tradiciones del pueblo mazahua.
     La comida que se les coloca a los adultos es muy abundante, ya que se le pone todo lo que le gustaba beber y comer en vida, como el mole de guajolote, frijoles, habas, quelites, tamales, tortillas de color blanco, azules, rosadas, amarillas o pintas y pan hecho de maíz tierno ( Tjemuxa en mazahua) con figura de persona y de animales, como águila, conejo, ardillas, perritos y en forma de corazones, hoy en día pan de muerto, hecho especialmente para el día de los difuntos.
     Bebidas, agua hervida en una olla de barro nuevo y endulzado, atole de maíz negro o blanco, atole agrio endulzado con piloncillo, anteriormente se le colocan la bebida ritual del pueblo mazahua como el SJENDECHJO, (hecha de maíz germinado) pulque, desde la época colonial se le colocan también charape (germinado de cebada) sambumbia y el chuméate. Pinole de maíz negro, rosado, blanco, tostado en un comal de barro, molido en metate endulzado con piloncillo. Miel de abeja en hojas de tamal, frutas que se dan en esta época, como las tunas del nopal, hartonas, tejocotes, calabazas, chilacayotes, elotes cosidos con tequesquites, chayotes, jícama, camotes, guayabas, chirimoyas, guacamote, sapotes negros, toda esta variedad de frutas son nativas de México.
     Licores de frutas en efusión de alcohol, entre ellas la zarza, membrillo, capulín, tejocotes, anís y la prodigiosa.
El agua y la sal son elementos esenciales en la ofrenda, que entre otras cosas son significado de pureza, de fuerza y pertenencia, de origen, de destino, de limpieza y principalmente de la existencia y de ser del mundo mazahua.
    Estos alimentos no se podrán consumir sino hasta el siguiente día después que hayan comido los difuntos.
      En algunos pueblos Ñjatjo se empieza con el doblar de las campanas, desde el día 31 de octubre hasta el día 2 de noviembre, las campanas de las iglesias de las comunidades doblan durante el día y la noche, hasta el 2 de noviembre, y se despiden las animas encaminando al panteón, con cantos, rezos y se le colocan flores y veladoras encendidas sobre su tumba, el sahumerio humeante de copal. (de época colonial a la fecha).
    Uno de las creencias o mitos Ñjatjo es que si existe un recién nacido o niños en la casa se debe colocar un cordón rojo en la manita para que no se lo lleve las animas o difuntos.
   Así se cumple y han cumplido desde tiempos milenarios la tradición de recordar y recibir a nuestros fieles difuntos, con la ofrenda, que tiene entre otro significado, para el pueblo mazahua son tiempos de alegría, de reunión familiar, pero a la vez es de tristeza, por el retorno de nuestros seres queridos que nos dieron la vida, nos enseñaron y dejaron costumbres y tradiciones que le dan identidad y sentido a nuestra existencia.
* Cronista Municipal de Temascalcingo.

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