Columna: DESDE LA BANQUETA
Por: Gabriel Escalante Fat*
«La guerra es una masacre entre personas que no se conocen,
para provecho de personas que sí se conocen
pero que no se masacran»
Anatole France.
Me estoy metiendo en camisa de once varas, lo sé. Pero quedarme sin expresar una opinión, simplemente no va conmigo.
La semana pasada volvieron a nuestro país, sanos y salvos, los seis mexicanos que decidieron sumarse a la Flotilla Sumud, cuyo objetivo era, supuestamente, el de llevar ayuda humanitaria a la población de la Franja de Gaza, pero que en realidad buscaban visibilizar el ataque abusivo y artero que están sufriendo civiles a manos del ejército israelí, en un hecho que muchos califican de genocidio.

El martes 7, estas seis personas fueron deportadas de Israel a Amman, la capital jordana, desde donde volaron a México, acompañadas por nuestro embajador ante Israel, arribando a la capital del país el miércoles 8 de octubre.

La Flotilla Sumud partió de Barcelona el 31 de agosto, con alrededor de 30 embarcaciones, a las que se fueron sumando otras a lo largo de su recorrido, para un estimado de 50 barcos y unas 530 personas de al menos 44 nacionalidades, sin que los datos puedan precisarse, y su recorrido terminó el 2 de octubre, cuando fue interceptada por fuerzas armadas israelíes, quienes abordaron las embarcaciones y detuvieron a todos los tripulantes. Indudablemente, la integrante más destacada de la flotilla fue la activista sueca Greta Thunberg, quien desde hace varios años enarbola causas ecológicas y humanitarias.

La gran mayoría de las naves eran embarcaciones recreativas o deportivas, por lo que su capacidad para llevar carga (alimentos, medicinas, agua, materiales de curación) era muy limitada, lo que ratifica que su misión era simbólica, más que útil.
Una buena parte del recorrido, la flotilla fue acompañada (ese fue el término que se usó, evitando “resguardada” o “protegida” por dos barcos militares, uno de la Armada Española y otro de la Marina Militare, de Italia. Sin embargo, ambas naves dieron vuelta de 180° en cuanto la flotilla alcanzó la zona marítima restringida (o de excepción) que, de manera unilateral, delimitó el gobierno de Israel, por la situación bélica en la región.
Así que a nadie sorprendió, empezando por los integrantes de la flotilla, que un grupo del Cuerpo de Marines de Israel, interceptara a los activistas antes de llegar a aguas territoriales israelíes o gazatíes, abordara sus naves, las confiscara y arrestara a los tripulantes de las mismas, quienes debieron pasar alrededor de 3 días en algún centro de detención del Puerto de Ashdod, a sólo 30 kilómetros de la frontera con Gaza, antes de ser deportados por diversas vías.
Hasta aquí, hechos concretos de los que nos hemos podido enterar.
Ahora bien. Partamos de que el conflicto Palestino-Israelí es el asunto geopolítico, étnico y religioso más complejo de la historia reciente de la humanidad. No voy a intentar aquí ni encontrar la punta de la madeja de un conflicto acerca del cual se ha gastado mucha tinta, por expertos en el tema.
La situación llegó a su mayor recrudecimiento a raíz del ataque sorpresivo que, el 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamas, que gobierna Gaza, parte del Estado Palestino (reconocido por unos países y negado por otros), realizó en una fiesta en el poblado de Be’eri, territorio israelí, en donde murieron alrededor de 815 personas y 251 más fueron secuestradas. Dos mexicanos fueron privados de su libertad: Ilana Gritzewsky, quien fue liberada el 30 de noviembre de ese año y Orión Hernández, quien fue asesinado; su cuerpo fue hallado por fuerzas israelíes el 24 de mayo de 2024.
¿Hay alguna justificación para que Hamas atacara en territorio israelí? Mi respuesta es un claro no. Fue un atentado contra población civil, de manera aleatoria, ni siquiera fue una acción defensiva ante un ataque militar previo. Fue, llanamente, una expresión de odio y desesperación.
¿Merece el pueblo palestino vivir desplazado de la tierra que antes ocupaban, prácticamente encerrados en territorios enclavados en Israel, pero incomunicados entre sí, con una condición que ni siquiera se acerca a una ciudadanía de segunda? ¡Claro que no! Todo pueblo tiene derecho a una vida digna, en condiciones de libertad y derechos básicos.
¿Tiene Israel el derecho de tomar represalias contra Palestina? Quizá, pero de ninguna manera atacando a población civil, con el pretexto de ser “daños colaterales” en la búsqueda de atacar objetivos militares.
¿Será duradero el alto al fuego pactado el reciente 9 de octubre? Difícilmente. Existe mucho resentimiento entre ambos estados. Los gobiernos palestino e israelí son extremistas e irreconciliables en sus principios.
Hamas está basado en la ley islámica (Sharía), anacrónica, por decirlo suavemente. Los palestinos siguen considerando a Israel como un invasor en su territorio y no reconoce su derecho a existir como estado independiente. Su movimiento justifica la resistencia armada, aun contra civiles, para lograr sus objetivos.
Por su parte, el partido Likud, que gobierna Israel a través de su Primer Ministro Benjamín Netanyahu, tiene una ideología de extrema derecha, que defiende férreamente el derecho de su pueblo a ocupar el territorio de Israel, y justifica el uso de la fuerza para defenderlo, además de promover el expansionismo israelí en Cisjordania, que anteriormente se consideraba indiscutiblemente, parte de Palestina. Y, finalmente, Netanyahu y Trump tienen una alianza casi indestructible, que refuerza aun más la posición de fortaleza e intransigencia de Israel.
Ahora bien. ¿Tuvo alguna utilidad o justificación la Flotilla Sumud?
Sí, desde luego, puesto que fue un movimiento mediático que hizo que millones de personas en todo el mundo voltearan a ver la injusticia con la que vive el pueblo palestino, y quizá forzó la endeble tregua que se firmó.
Lo que, a mi modo de ver, tiene un error de origen, es que nos presenta un problema en blanco y negro, en el que el villano es el gobierno israelí y la víctima es Palestina, sin que se haga una clara diferenciación entre el pueblo palestino, que pone el hambre, el sufrimiento y los muertos, y su gobierno, que es una organización terrorista cuyos dirigentes (unos mil, incluyendo sus familias) viven a todo lujo en Qatar y Turquía, lejos de los bombardeos y la carestía.
De igual manera, los ciudadanos israelíes no desean, seguramente, vivir en un permanente estado de guerra, cuestión que poco le preocupa a su gobierno, que ha hecho de esa industria una de las mayores fuentes de ingresos para su país.
¿Y qué hay de los mexicanos en la flotilla?

El grupo de 6 connacionales que estuvieron en la travesía es de lo más variopinto: Una psicóloga, un cineasta documentalista, un bailarín coreógrafo, una ingeniera biomédica un comunicador independiente y una estudiante de la UNAM compusieron la “representación nacional” en este movimiento, con motivaciones seguramente muy distintas entre sí.
Aprecio la seriedad de Sol González Eguía, quien se ha especializado en salud mental en contextos de violencia y catástrofe.
Aplaudo el compromiso de Diego Vázquez Galindo, de ascendencia árabe, discreto, con una sólida trayectoria en la Compañía de Danza de la UNAM y quien el año pasado estuvo en Gaza por tres meses, impartiendo cursos a niños desplazados, en el intento de hacerles más llevadera la existencia.
Entiendo el interés de Carlos Pérez Osorio, cineasta orientado al cine documental, creador de importantes obras como “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, “La Oscuridad de La Luz del Mundo” y “LeBarón, muerte en la Tierra Prometida”, las tres, piezas de denuncia y no precisamente gobiernistas.
Una incógnita, la razón de la presencia de Laura Alejandra Vélez Ruiz-Gaitán, ingeniera biomédica de quien se sabe poco, excepto que ha participado con la Organización Mundial de la Salud en algunas misiones humanitarias.
Me sorprende el arrojo del veracruzano Ernesto Ledesma Arronte, considerado por sí mismo como “periodista independiente comprometido con las causas sociales”, siempre y cuando esas “causas sociales” sean las mismas de la 4T, de quien parece ser un aplaudidor más.
Y me causa risa la incursión de Arlín Medrano Guzmán, estudiante a distancia de la UNAM, izquierdista trasnochada, admiradora de figuras como el Che Guevara y Gustavo Petro, abyecta porrista de la 4T y amante de absurdas teorías de conspiración como: “A los 43 de Ayotzinapa los asesinaron con Pegasus, tecnología israelí comprada por EPN por 25 millones de dólares”. Así esta influencer de medio pelo, la más estridente de los mexicanos a bordo. Una chica con poca preparación, que gusta de hacer declaraciones incendiarias en redes, con poca materia gris detrás.
Al final, la historia tuvo un final feliz.
Por más alegatos de secuestro, tortura física y psicológica, aislamiento, falta de alimentos y demás yerbas que alegaron los más escandalosos integrantes de la flotilla, debemos entender que:
No hubo secuestro, sino una detención arbitraria ejercida por una fuerza militar, en un territorio en estado de guerra. Para secuestro, que les pregunten a los sobrevivientes de los 251 que fueron privados ilegalmente de su libertad por Hamas, el 7 de octubre.
Ninguno de los más de cuatrocientos tripulantes mostró un solo golpe o rasguño que evidenciara algún tipo de agresión física.
Es muy cuestionable que alguno de ellos fuera sometido a interrogatorios que se pudieran constituir en tortura psicológica. Dudo que el ejército israelí o el Mossad estuvieran interesados en información que pudieran tener medio millar de civiles de distintas naciones. Comprensible el aislamiento: si estás bajo arresto, es lógico que te mantengan con ciertas restricciones de comunicación y desplazamiento. Sin embargo, todos pudieron entrar en contacto con sus embajadas o con legaciones internacionales, que facilitaron el regreso a sus respectivos países.
Dudo que los hubieran dejado sin alimentos. Me imagino que no les dieron viandas, menos aun unas carnitas o huevos con tocino (recordemos que en Israel son judíos), sino apenas lo indispensable para apaciguar la tripa, pero todos los que aparecieron en medios, lucían bastante rozagantes.
Les proveyeron, eso sí, de unos pants grises, como del Sam’s, quizá para identificarlos más fácilmente. Posiblemente los bañaron (seguro que algunos consideraron eso como tortura) y, lo más importante, protegieron su integridad. No hubo un solo muerto o herido que lamentar. Eso, para quien se mete en un territorio hostil, violando una prohibición expresa, ya es ganancia.
El Gobierno de México invirtió recursos humanos y económicos para repatriar a nuestros conciudadanos. Nadie ha mencionado cómo viajaron de Ashdod a Ammán, por tierra son apenas unos 150 kilómetros, quizá lo hicieron así. Lo que sabemos es que los seis, más el embajador en Israel, Mauricio Escanero (por fortuna un hombre con experiencia en el Servicio Exterior Mexicano), volaron de Ammán a Estambul y de allí a la Ciudad de México, por Turkish Airlines, a un precio estimado de $25,000. por pasaje. Eso, más pitos y flautas, le costó al erario probablemente unos $250,000. en total, gasto más que justificado a cambio de la seguridad y la vida de seis mexicanos.
SIN EMBARGO.
Recordé el caso de un amigo argentino que, hace unos 40 años, se vio en una situación compleja: Al tiempo que no pudo renovar su permiso de estancia legal en México (nuestro país es muy duro en cuanto a sus leyes de inmigración), su economía era muy precaria. Para colmo, la fecha en que debía de abandonar México, a riesgo de ser detenido si no lo hacía, se acercaba rápidamente.
Acudió entonces a su embajada, en busca de repatriación. Lo atendieron y le dijeron que la legación podría comprarle el pasaje aéreo, en calidad de préstamo, que debería liquidar en un período de dos años, plazo durante el cual le sería suspendido su pasaporte, mismo que podría perder de por vida, en caso de que no pagara su adeudo. Mi amigo prefirió vender algunas cosas y conseguir aquí y allá el dinero justo para su boleto de avión.
Consulté la legislación argentina al respecto y sigue como entonces. A menos de que la repatriación sea por una circunstancia de verdadera emergencia, el repatriado deberá cubrir sus propios gastos, que el gobierno podría financiarle. Y la garantía es la misma: el pasaporte.
¿No debería proceder así el gobierno mexicano con estos activistas? A fin de cuentas, se embarcaron por su propia voluntad en esa aventura idealista. Y la embajada en Israel cumplió su cometido en el momento en que lo tuvo a resguardo en Jordania.
Guadalajara, Jalisco, Octubre 15, 2025.

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