Columna: SEMBRANDO CIENCIA
Por: Dr. en C. Juan Martín Talavera-González*
El cerebro es, sin duda, uno de los órganos más asombrosos del cuerpo humano. Gracias a él pensamos, recordamos, sentimos y también reaccionamos cuando algo puede hacernos daño. Por ejemplo, si tocamos una olla caliente, en cuestión de milésimas de segundo nuestro cerebro envía la orden de retirar la mano. Este complejo sistema de señales funciona gracias a células llamadas neuronas, que se comunican entre sí mediante diminutos “mensajes eléctricos y químicos”. 

Para que estos mensajes fluyan, las neuronas usan unas “puertas” conocidas como receptores AMPA. Imagina que estas puertas son como cerraduras que se abren cuando llega la llave correcta, en este caso una sustancia llamada glutamato. Cuando las puertas se abren, los mensajes viajan de una célula a otra, permitiéndonos aprender, recordar y reaccionar rápidamente. 

El problema surge cuando estas puertas no funcionan bien. Si se abren demasiado tiempo o dejan pasar demasiada actividad, las neuronas pueden dañarse. Esto se ha relacionado con enfermedades graves como la epilepsia o el Alzheimer, que afectan la memoria y otras funciones del cerebro. 
El papel de un compuesto parecido a una vitamina. 

Aquí es donde entra en escena un compuesto natural llamado ácido lipoico. Aunque no es exactamente una vitamina, se comporta como si lo fuera y tiene propiedades muy interesantes: ayuda a reducir la inflamación y protege a las células del daño. 

Un grupo de científicos palestinos decidió estudiar si el ácido lipoico podía influir en el funcionamiento de los receptores AMPA. Para ello, no trabajaron directamente con neuronas reales —que son difíciles de mantener en un laboratorio—, sino con células especiales cultivadas en placas, a las que les añadieron las instrucciones necesarias para que fabricaran estos receptores, simulando el comportamiento de las neuronas. 

El experimento. 

Con estas células preparadas, los investigadores aplicaron glutamato, la “llave natural” que abre las puertas AMPA, y midieron la actividad eléctrica que se producía. Después, repitieron el proceso pero añadiendo también ácido lipoico. 

Para registrar lo que sucedía utilizaron una técnica muy delicada llamada “patch clamp”, que consiste en colocar un tubo microscópico sobre la célula y medir las pequeñas corrientes eléctricas que pasan por las puertas AMPA. Es como asomarse por una ventana diminuta para observar las luces de una casa encendiéndose y apagándose. 

Los resultados fueron sorprendentes: el ácido lipoico hacía que las puertas AMPA se cerraran más rápido, reduciendo la entrada de calcio a la célula. Esto es positivo porque evita una sobrecarga que, de otro modo, podría dañar o incluso matar a la neurona. En otras palabras, el ácido lipoico actúa como un moderador que mantiene el equilibrio de la actividad cerebral. 

¿Por qué es importante este hallazgo? 

Las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, suelen estar asociadas a fallas en la comunicación entre neuronas. Cuando las puertas AMPA no funcionan correctamente, las conexiones se debilitan y la memoria empieza a fallar. El estudio sugiere que el ácido lipoico podría ayudar a proteger estas conexiones y, por lo tanto, tener un papel en la prevención o tratamiento de este tipo de enfermedades. 

Aunque todavía falta mucho por investigar, especialmente en neuronas reales y en personas, el trabajo abre una puerta esperanzadora. Además, este compuesto ya es conocido por sus beneficios antioxidantes y se encuentra en pequeñas cantidades en alimentos como las espinacas, el brócoli o las papas. 

Una mirada hacia el futuro. 

Los investigadores destacan que su trabajo es solo un primer paso. El siguiente reto será descubrir exactamente cómo se une el ácido lipoico a los receptores AMPA y confirmar sus efectos en cerebros vivos. Si estos hallazgos se confirman, podríamos estar frente a una herramienta valiosa para proteger la salud del cerebro y retrasar enfermedades que hoy no tienen cura definitiva. 

El estudio nos recuerda algo fundamental: a veces, en la naturaleza existen compuestos sencillos pero poderosos que pueden convertirse en aliados para nuestra salud. Y que entender cómo funciona el cerebro no solo es fascinante, sino también clave para mejorar la calidad de vida de millones de personas en el futuro. 
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