Sí, no es un error aritmético, 1+1=3. Cuando expreso el resultado de esta suma, me refiero a la relación de pareja. La individualidad (representada por el 1), al establecer una relación de pareja, genera además la existencia de una unidad distinta (la dinámica de pareja). Es decir, al vincularte sentimentalmente con alguien, se trata de ti, de él o ella, y de lo que son juntos.
Esta circunstancialidad implica asimilar hasta dónde se pierde o se conserva la individualidad. Existen dos extremos sumamente peligrosos: pretender seguir siendo exactamente igual o tratar de “amoldarse totalmente” a la pareja.
Cuando pretendemos mantener nuestra individualidad de forma total, internamente mantenemos la idea de “pues si no le gusta cómo soy, que se vaya”; y esto nos condiciona a ser rígidos al cambio y a mantenernos hasta cierto punto egoístas y egocéntricos, ya que no estamos dispuestos a modificar ningún aspecto de nuestra persona o hábitos simples y cotidianos.
Por otro lado, cuando tratamos de “amoldarnos” a nuestra pareja, nos olvidamos (progresivamente) de nosotros mismos. Colocamos siempre en primer lugar los intereses, necesidades y peticiones de la pareja, esperando que ante tal “entrega” nuestra pareja nos “devuelva” todos los sacrificios que hacemos por la relación.
Como puedes observar, ambos extremos son inadecuados y generan daño, ya sea a nosotros mismos o a nuestra pareja. A nosotros mismos cuando “voluntariamente” renunciamos a nuestra individualidad porque en el transcurrir del tiempo nos vamos sintiendo vacíos y faltos de identidad personal. Poco a poco “y sin darnos cuenta” vamos perdiendo nuestra esencia como seres humanos para convertirnos en la “sombra” de alguien. Y si en algún momento la relación termina, solo queda la “sombra” de lo que fuimos algún día, sumiéndonos en un dolor intenso que puede conducirnos a una depresión permanente.
En contraste, cuando nos mantenemos en la postura de “cero cambios”, actuamos como una pareja con gran falta de empatía hacia la otra persona. Nos encerramos en nuestras propias necesidades, deseos, sentimientos y pensamientos e ignoramos de modo total aquello que nuestra pareja puede necesitar, desear, sentir o pensar.
El punto de equilibrio consiste en mantener tu individualidad de modo flexible. Para comprender lo anterior, es necesario reconocer qué compone a nuestra individualidad.
La individualidad implica nuestro ser como humanos, ese ser que está integrado por todo aquello que pensamos, sentimos, hacemos y el modo de relacionarnos con nuestro mundo y con quienes nos rodean. Ese ser que ha sido integrado por lo que heredamos (rasgos y características que tenemos desde que nacemos) y por todos aquellos aprendizajes que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo: ser extrovertido o introvertido, con gusto hacia el deporte o hacia la música, con la costumbre de tomar café o de comer ciertos alimentos en día domingo.
Conservar la individualidad implica que no dejes de realizar aquellas cosas positivas y constructivas que te caracterizan como persona. Incluye, además, aprender a relacionarte de modo adecuado con esa persona con quien deseas compartir parte de tu vida. Y también involucra que seas flexible a modificar aquella parte de tu personalidad que es negativa y perjudicial para ti mismo y para quienes conviven contigo (como tu pareja, por ejemplo). Aspectos negativos como actuar de modo impulsivo (e incluso agresivo), ser indiferente a los demás, no expresar de modo adecuado tus pensamientos y emociones, realizar conductas autodestructivas (consumo de tabaco, alcohol, drogas, adicción al trabajo) o mantener la creencia de que tu forma de vivir es la única correcta. Incluso hay matrimonios que terminan porque nunca pudieron ser flexibles para construir otro modo de vida; por ejemplo, cómo cocinar o cómo educar a los hijos.
Lo importante es que tengas muy claro y presente que todo aquello que te caracteriza como persona y que es positivo y constructivo no se debe de destruir para favorecer una relación (o quizá deba expresar: para favorecer el egoísmo de quien es tu pareja). Es importante que te conozcas y aprecies como eres y, sin perder de vista lo positivo de mejorar día a día, que mantengas tu esencia en tu relación de pareja.
A continuación, voy a describir algunos rasgos de personalidad para que puedas identificar tu individualidad y, por consecuencia, logres mantener y fortalecer aquellas características positivas que te hacen único(a). Además, indicaré qué aspectos pueden llegar a ser negativos para que puedas ser flexible a modificarlos.
SOCIABLE: Personas expresivas, afectuosas y participantes de las actividades que se realizan en su entorno. El aspecto negativo es tratar de complacer a todos o no respetar el límite de los demás.
RESERVADO: Personas más discretas y selectivas en sus amistades y relaciones interpersonales en general. El aspecto negativo es llegar al extremo de aislarse y ser herméticos a la convivencia (no convivir con casi nadie).
DOMINANTE: Personas altamente competitivas y seguras. El aspecto negativo es ser agresivo(a), terco(a) y empeñarse en que los demás actúen bajo su mandato.
SUMISO: Personas atentas y con capacidad para identificar las necesidades de los demás. El aspecto negativo es ser altamente servicial con los demás y olvidarse de las necesidades propias, así como no desarrollar la capacidad de tomar decisiones de modo autónomo.
AUDAZ: Personas con el gusto por conocer gente y realizar actividades novedosas. El aspecto negativo implica involucrarse en situaciones riesgosas o realizar conductas sin ninguna inhibición o recato.
TÍMIDO: Personas recatadas y discretas. El aspecto negativo es reprimir lo que se piensa, siente o lo que se desea realizar.
RADICAL: Personas experimentadoras y de pensamiento libre. El aspecto negativo es rechazar las creencias y costumbres de los demás y querer modificar todo lo establecido de forma general (y sin razón congruente).
CONSERVADOR: Personas respetuosas de las ideas establecidas. El aspecto negativo incluye ser demasiado rígido(a) ante el cambio y forzar a los demás a mantener las ideas que se consideran correctas o adecuadas.
AUTOSUFICIENTE: Personas que han desarrollado numerosas habilidades para poder lograr metas o satisfacer necesidades. El aspecto negativo es no permitir que los demás se involucren en sus situaciones personales y que crean firmemente que no necesitan de nadie para vivir.
DEPENDIENTE: Se adapta con facilidad a los grupos de personas en que se encuentra y a las relaciones interpersonales en general. El aspecto negativo es que evita desarrollar habilidades personales, pues prefiere que sean los demás quienes resuelvan los problemas o realicen esfuerzos para el logro de metas.
Lo descrito son sólo algunos rasgos de los muchos que poseemos como personas. Ten presente que para conservar tu individualidad se requiere que te conozcas lo suficiente y que, sobre todo, te valores como ser humano, con las fortalezas y debilidades que puedas tener, pues para que alguien pueda amarte es imprescindible que TÚ TE AMES.