Por Antonio Corral Castañeda*

¿Quién se jacte de ser un atlacomulquense de cepa o que conozca un poco su historia, no conoció, se informó o ha oído hablar del Dr. Ernesto González Mercado? El Doctor González fue todo un personaje de grata memoria que brilló como médico por su acendrada vocación de servicio, pero especialmente fue una persona bondadosa y altruista, de lo cual dio muestras palpables con los mas necesitados durante el ejercicio de su noble profesión.
El dinero para él era cosa secundaria, pues fue conocido que de sus propios recursos compraba medicamentos para obsequiarlos a los pobres y menesterosos, y que una gran parte de su rancho “El Nogal”, cerca de Santiago Acutzilapan, lo cedió sin ningún problema para los ejidatarios necesitados de la región.

El Doctor Ernesto González Mercado provenía de una familia acaudalada de Atlacomulco (su padre fue el señor Nicolás González Fabela). Estudió la carrera de medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el año de 1925, al recibirse como Médico Cirujano Partero, decidió radicarse y ejercer su profesión en su tierra natal, siendo así el primer médico de planta que tuvo Atlacomulco, es decir, que se estableció en esta población. Con el paso del tiempo fue Subdelegado Sanitario, Jefe de la Unidad Sanitaria de este lugar, Jefe del Centro Materno Infantil y primer director fundador del Hospital General de Atlacomulco (1961), y entre muchos otros cargos.
Pero del Dr. González también se cuentan varias anécdotas que ponen de manifiesto su agilidad mental, su agudo ingenio y su gran inteligencia. Por ejemplo, se platica que allá por la década de los treinta del siglo pasado, adquirió un automóvil para trasladarse a su rancho, así como para pasearse por el jardín del pueblo y sus alrededores. En una de esas muchas ocasiones que lo hacía, observó que frente al jardín se encontraban sus amigos, por lo que queriéndoles jugar una broma y haciendo gala de su ingenio, con mucha precisión calculó el giro regular del volante en relación a la calle circular o la plaza que rodeaba el jardín y lo sujetó con una cuerda, haciendo lo propio con la palanca y el acelerador que esos carros tenían a la altura del volante.

Después de realizar algunas vueltas de prueba con el fin de verificar la eficacia de su experimento, al pasar por donde se encontraban sus amigos se bajó tranquilamente del coche y se dirigió caminando hacia donde estaban ellos, entre tanto el carro, solo, continuaba su curso calculado, es decir, dándole vueltas al jardín. Este desplante de ingenio y buen humor dejó asombrados y con los ojos cuadrados a sus camaradas, quienes no podían dar crédito a lo que estaban viendo. Sin embargo, comentan que eso fue verídico y ahora forma parte del anecdotario de Atlacomulco.
Otro hecho relacionado con el D. Ernesto González, refiere que en una farmacia que se ubicaba frente al Teatro del Pueblo (“ATLA”), atendida por el farmacéutico práctico autorizado Don Enrique Martínez Colín, el primero mandó colocar un enorme anuncio como de unos diez metros de largo por uno de ancho, que decía: “Ernesto González Mercado, Médico Cirujano Partero. Universidad nacional Autónoma de México”. Pero sucedió que dicho médico tenía algunas dificultades con el entonces presidente municipal (1935), quien solamente con la intención de molestarlo, lo mandó llamar y le dijo:
---Oiga doctor, por ese letrero que colocó usted ahí tendrá que pagar un impuesto. Mide tanto por tanto lo que equivale a tener que pagar tres o cuatro pesos. A lo que el doctor le contestó:
---Muy bien, señor presidente, no cuento en este momento con esa cantidad, pro mañana estaré aquí para pagarle.

Saliendo de ahí se fue a ver a un carpintero para que le hiciera un letrero chiquitito, y siendo ya de noche retiró el anuncio grandote y colocó el diminuto. Al otro día se presentó con el presidente y le dijo:
---Señor vengo a pagar. Quiero saber cuánto es.
---Pues mire usted, tanto por tanto, es tanto. Entonces el doctor González le replicó:
---Oiga usted, yo considero que están en un error en cuanto a las medidas, por lo que sugiero que las mande verificar.
Y así lo hizo enviando luego al tesorero para que corroborara las dimensiones del tal anuncio, pero para su sorpresa se encontró con el letrerito. Regresó de inmediato y él dijo al presidente:
---Señor, fíjese que ya quitaron el letrero grande y pusieron este chiquito, y según las medidas, pues son dos centavos de impuestos. Entonces el presidente, que tenía la pluma en la mano, la aventó por allá lejos y luego expresó: “Esas son burlas, hay que educarse para gobernar a este pueblo”. A lo que contestó el Dr. Ernesto González Mercado:
---“No se preocupe mi señor presidente, vamos a educar a este pueblo para que usted lo gobierne”.

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Extracto del libro ATLACOMULCO sus fiestas, tradiciones, costumbre y anécdotas de Antonio Corral C.





