Por Susana Martínez Herrera*
El pasado 8 de marzo, como cada año desde 1911, se celebró el Día Internacional de la Mujer. Esta conmemoración, remarca la necesidad de pugnar por la creación y fortalecimiento de una sociedad inclusiva; en donde hombres y mujeres tengan las mismas posibilidades para integrarse en el mundo laboral.
Los logros alcanzados desde finales del Siglo XIX y hasta la fecha, han abierto un gran número de posibilidades para el género femenino. Anteriormente, sólo se permitía a la mujer desenvolverse en el hogar y en tareas de menor jerarquía en comparación a las tareas desempeñadas por los varones.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918), como consecuencia de la gran cantidad de tropas movilizadas, las pérdidas en batalla y el regreso de minusválidos, la mujer empezó a desempeñar funciones que antes sólo realizaba el varón. Las mujeres impactaron con su alto desempeño en la industria armamentista, en el transporte público, en las oficinas gubernamentales y cuerpos de orden ciudadano, en la industria en general y en la agricultura.
Actualmente, las mujeres siguen dando ejemplo de trabajo eficaz en las diferentes esferas laborales. Este contexto ilustra el resultado de la lucha por la equidad de género. Ante este fenómeno, y desde un enfoque psicológico, hoy quiero preguntar ¿SOMOS IGUALES HOMBRES Y MUJERES?
Para dar respuesta a la interrogante, retomo la aportación de Fátima Flores Palacios, en el texto “El sexo como objeto de representación social”. En palabras de la autora, el género se define como un sistema de regulación social que orienta la forma de pensar construida a partir de un dato biológico que define las nociones de lo masculino y lo femenino. Sin embargo, enfatiza que la dimensión biológica, por sí misma, no determina los lineamientos culturales para cada sexo. Es decir, el hombre y la mujer poseen características biológicas específicas y diferentes, pero es la cultura la que define las modalidades del rol que asume el varón y la mujer.
De acuerdo a Duveen (1999), durante la infancia se establecen “los cimientos cognitivos primarios de género”. Esto significa que niños y niñas, durante sus primeros años de vida, aprenden cómo ser hombre y cómo ser mujer. Bajo este principio, baste con recordar cómo nos han educado en nuestras familias de origen (familias que a su vez fueron educadas bajo principios similares).
Hasta aquí queda claro, existen diferencias entre hombres y mujeres; diferencias que tienen que ver con lo biológico y con lo social. De manera general, vamos a apreciarlo en el siguiente cuadro:

Se enlistaron sólo algunas de las diferencias que existen entre hombres y mujeres para subrayar que, indudablemente, hombres y mujeres NO SOMOS IGUALES. Somos diferentes en género, pero iguales en condición humana. Es decir, todos aquellos logros obtenidos a partir de la lucha por la equidad se centran en los derechos y oportunidades destinados para un ciudadano sin importar su género o condición racial o cultural; y esta lucha es digna de reconocimiento.
Sin embargo, cuando perdemos el sentido de la equidad podemos caer en un extremo peligroso que puede perjudicar las relaciones interpersonales, especialmente con la pareja.
Veamos por qué:
La lucha por la equidad de género y para combatir el machismo puede convertirse en feminismo; es decir, desde el ser mujer puede discriminarse y ser inequitativo con el género masculino. Por ejemplo, la violencia genera el mismo daño si se dirige hacia una mujer o hacia un hombre; pero, si es un hombre el que la infringe se castiga con severidad y si es una mujer la que la infringe suele verse, a veces, como algo cómico.
Al incorporarse al ámbito laboral, la mujer puede, de forma consciente o inconsciente, menospreciar al hombre a través de “mensajes sutiles” de “no te necesito”.
Una mujer que es totalmente “autosuficiente”, sin darse cuenta, puede “evitar” u “obstaculizar” que el varón tenga atenciones con ella, ya que en la mayor parte del tiempo la mujer realiza sus actividades sin necesidad de ayuda de su pareja. Sin embargo, esto puede generar “distancia emocional” entre ambos y, al paso del tiempo, debilitar la relación de pareja.
Puedo seguir enlistando circunstancias que pueden generarse a partir de una confusión acerca de la equidad de género y de la diferencia y complementariedad entre hombres y mujeres. Baste con concluir que:
° Hombres y mujeres no somos iguales.
° Las diferencias entre hombres y mujeres permiten que seamos complementarios en una relación de pareja.
° La equidad está relacionada con la igualdad en derechos y oportunidades.
° Por naturaleza, hay actividades que realizan con mayor facilidad los hombres y actividades que realizan con mayor facilidad las mujeres.
° Aunque por naturaleza existan actividades que pueden ser realizadas por determinado género, es posible que un hombre realice tareas que “típicamente” realiza una mujer y viceversa. (Por ejemplo, cuidar a los niños o cambiar una llanta).
Ten presente, las diferencias entre hombre y mujer hacen posible la complementariedad en la relación de pareja. No se trata de “igualarnos”, se trata de valorarnos mutuamente y colaborarnos en nuestra realización personal. La relación de pareja no es una competencia, es compartir fracasos y logros.
Así que la próxima vez que intentes ser “igual” que el género opuesto, recuerda que a partir de tus características de hombre y de mujer se construye la vida en pareja.


*Psicóloga Clínica
CONTACTO FB: https://web.facebook.com/susy.martinezherrera





