Por Mari Jose Rivera Benítez*

La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurológico de evolución lenta y progresiva, que forma parte de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso central. La edad de comienzo se sitúa alrededor de los 60 años, aunque en algunos casos se inicia a los 40. Es más frecuente en los hombres y afecta aproximadamente a tres de cada 1000 personas.
No existen pruebas de qué factores genéticos o infecciosos puedan estar relacionados con el inicio de la enfermedad.  La causa de la enfermedad es desconocida.
El inicio del Parkinson puede manifestarse durante meses por una serie de síntomas, tales como fatiga, dolores, malestar general, debilidad muscular y lentitud de movimientos, o también por un estado depresivo.
Con el tiempo empiezan a aparecer los síntomas típicos de la enfermedad que son:
  • El temblor
  • La rigidez de la musculatura
  • La bradicinesia
Temblor: es típico de la enfermedad, pero en algunos casos está ausente. Es un temblor de reposo, que desaparece o disminuye con el movimiento, no se produce durante el sueño y aumenta con las emociones, la fatiga física y el esfuerzo intelectual.
El temblor característico consiste en oscilaciones rítmicas e involuntarias de una parte del cuerpo, que se producen con una frecuencia de cuatro a siete movimientos por segundo. Por lo general, se manifiesta en primer lugar en los miembros superiores.
Hay movimientos típicos del temblor parkinsoniano, como el que se produce por el temblor del pulgar enfrentando a los otros dedos, simulando “contar monedas”. Otro movimiento típico es la flexión con extensión alternante del pie sobre la pierna, simulando “pedaleo”.
El temblor de la cabeza no es tan frecuente, se manifiesta con movimientos repetidos semejantes a los de afirmación y negación.
La rigidez: consiste en un aumento de la resistencia normal que se produce al mover una extremidad de forma pasiva; puede provocar dolor y dificulta los movimientos voluntarios; en casos avanzados puede generar contracturas musculares.
Bradicinesia: es una reducción o enlentecimiento de los movimientos voluntarios o automáticos tanto en el comienzo como en el desarrollo de la enfermedad. También se afecta la voz, ya que hay dificultad para articular las palabras y la voz se vuelve de baja intensidad sin modulaciones.
Hay reducción del movimiento de balanceo de los brazos al caminar y algunas actividades de la vida cotidiana también resultan afectadas.
La evolución de la enfermedad es muy variable. Si el paciente responde bien al tratamiento, los síntomas pueden estacionarse.
El diagnóstico es esencialmente clínico, los tres síntomas fundamentales de la enfermedad se descubren fácilmente mediante una exploración neurológica completa.
Existen fármacos específicos que el medico prescribirá de acuerdo a la fase en la que se encuentre la enfermedad.
La fisioterapia desempeña un papel muy importante en el tratamiento de esta enfermedad. Mediante un programa de ejercicios diseñados de forma individual, es posible conseguir una mejoría de los síntomas y prevenir las contracturas musculares.
Nada puede hacerse para prevenir la aparición de la enfermedad de Parkinson, puesto que se ignora cuál es su causa, pero sí es posible influir en su evolución. Para ello, lo más importante es su detección precoz, a fin de dar tratamiento lo antes posible.
El paciente tiene que llevar una vida lo más normal posible, dentro de sus limitaciones, manteniendo la actividad física, siguiendo una fisioterapia para mejorar la calidad de vida, prevenir deformidades y retrasar la evolución de la enfermedad.

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