Por Ana Karen Flores*
El Día Internacional de las Viudas, conmemorado cada 23 de junio, es una fecha poco visibilizada en la agenda pública y mediática, pero de profunda relevancia para millones de mujeres en el mundo. Esta efeméride, establecida por las Naciones Unidas en 2010, busca reconocer los desafíos que enfrentan las mujeres tras la pérdida de sus parejas, los cuales van más allá del duelo emocional: implican luchas por el acceso a derechos, herencias, bienestar económico y dignidad humana. En este artículo de opinión, abordaremos el significado de este día desde una perspectiva de género, centrándonos particularmente en la realidad mexicana, donde las viudas continúan siendo víctimas de estructuras patriarcales, exclusión legal y estigmas sociales que perpetúan su vulnerabilidad.
Para entender en profundidad la situación de las viudas en México, resulta necesario dar voz a aquellas que han vivido estas experiencias. A continuación, se presentan tres testimonios representativos.

1. Teresa, viuda rural en Chiapas: Teresa, de 64 años, perdió a su esposo hace seis años. Vivía en una comunidad rural cercana a San Cristóbal de las Casas. Su esposo era ejidatario, pero al morir, los hijos varones de su cuñado reclamaron la parcela como parte de la herencia familiar. Teresa fue desalojada sin posibilidad de reclamo legal, ya que no estaba registrada como copropietaria. Actualmente vive con su hija, sin ingresos propios. "Me dijeron que una mujer sola no puede tener tierra. Que eso es para los hombres. Yo sembraba con mi esposo, trabajaba igual que él, pero no me ven como dueña", cuenta.
2. Elena, pensionada en la Ciudad de México: Elena, de 71 años, trabajó de manera intermitente en empleos informales. Su esposo falleció a los 68 años, pero ella nunca pudo acceder a la pensión de viudez del IMSS porque él no había cumplido con los años de cotización requeridos. "Toda la vida se partió el lomo, pero como no llegó a 500 semanas cotizadas, no me tocó nada. Ahora vivo de una ayuda que me da mi hijo, pero es muy poco", dice Elena.
3. María Antonia, indígena zapoteca en Oaxaca: María Antonia enviudó a los 53 años. Su esposo, campesino, murió en un accidente. Ella habla zapoteco y apenas entiende el español. Al intentar reclamar tierras comunales, fue ignorada por las autoridades agrarias de su comunidad. "Dijeron que no podían hablar conmigo porque no soy hombre. Me mandaban a callar cada vez que hablaba en las reuniones".

Estos casos no son aislados. Son parte de una estructura social que sigue marginando a las mujeres viudas, especialmente si son mayores, indígenas o pobres.
Comparativa internacional: ¿Cómo se protege a las viudas en otros países?
Al contrastar la situación de las viudas en México con la de otros países, se evidencian brechas importantes, pero también posibles rutas de acción:
India: Aunque las viudas han sufrido históricamente marginación extrema, existen ONG como The Loomba Foundation que trabajan por su dignidad y acceso a derechos. Además, hay programas de pensiones especiales para mujeres en situación de viudez.
Sudáfrica: El Estado ofrece apoyo económico directo a las viudas sin pensión, y existe legislación que protege sus derechos a heredar tierras, incluso si el matrimonio no fue formalizado legalmente.
Canadá: Existen pensiones de sobrevivencia universalizadas para las parejas, incluyendo uniones libres. Además, las viudas tienen acceso gratuito a servicios de acompañamiento legal y psicológico.

México puede y debe adoptar políticas similares, adaptadas a su contexto cultural y jurídico. El ejemplo de países diversos demuestra que garantizar una vejez digna a las viudas no es solo una cuestión de presupuesto, sino de voluntad política.
Si bien la Constitución mexicana y varias leyes secundarias reconocen el derecho a la seguridad social, al patrimonio conyugal y a la no discriminación, existen omisiones clave:
- El reconocimiento limitado de uniones libres o de hecho complica el acceso a derechos.
- No existen mecanismos diferenciados para las viudas indígenas o rurales.
- Falta un marco legal que obligue a ejidos y comunidades agrarias a respetar los derechos sucesorios de las viudas.
La invisibilidad de las viudas también es mediática. Salvo contadas excepciones, los medios mexicanos no cubren las problemáticas de este grupo. La narrativa dominante sigue asociando la viudez a la soledad o al victimismo, sin reconocer la capacidad de resiliencia y organización de estas mujeres.
Organizaciones feministas, de derechos humanos y comunitarias deben asumir el reto de acompañar a las viudas en sus procesos de denuncia, exigencia y reconstrucción de vida. Iniciativas de economía solidaria, redes de apoyo emocional y asesoría jurídica pueden transformar su realidad.
Asimismo, el arte y la literatura tienen un papel que jugar. Representar a las viudas como figuras de fuerza, sabiduría y liderazgo puede contribuir a cambiar imaginarios sociales profundamente arraigados.

El Día Internacional de las Viudas no puede seguir pasando desapercibido. Se trata de una fecha que interpela al Estado, a la sociedad y a los movimientos sociales. En un país donde más del 80% de las viudas no cuenta con un ingreso fijo y enfrenta exclusión jurídica, es urgente pasar de la conmemoración simbólica a la acción concreta.
No se puede hablar de justicia social ni de igualdad de género mientras millones de viudas sigan excluidas del pacto democrático. Sus luchas deben ser nuestras luchas. Porque la justicia que no las incluye, simplemente no es justicia.
Este artículo ha buscado visibilizar una problemática compleja, pero también mostrar caminos posibles. Las viudas mexicanas no son un sector pasivo ni homogéneo. Son diversas, activas, resilientes. Y, sobre todo, son ciudadanas con derechos.
Ampliar los marcos legales, transformar las políticas públicas, modificar los estigmas culturales y fortalecer las redes de apoyo son tareas que no admiten más postergación.
Porque toda mujer que ha perdido a su compañero merece algo más que compasión: merece justicia, dignidad y una vida plena. Los duelos en ocasiones son complejos pero la muerte de un compañero no condiciona los derechos de las mujeres, al contrario, reconoce el papel fundamental en el proyecto de vida.

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