Por Gabriel Escalante Fat*
«Oh, sí… El pasado puede doler,
pero tal como yo lo veo
puedes huir de él o aprender».
Rafiki,
en la película “El rey león”.
De septiembre de 1974 a junio de 1975, viví en la Ciudad de México, cursando el primer año de preparatoria, como parte de un plan académico diseñado por mi padre y mi hermano mayor, que tenía como objetivo prepararme para estudiar la carrera universitaria en el extranjero.
El plan se vino abajo cuando, cinco semanas antes del inicio de clases, mi hermano falleció inesperadamente por complicaciones quirúrgicas.
Mi madre, con su estoicismo e increíble capacidad para reinventarse, aun en las circunstancias más adversas, diseñó un plan B, a fin de que —en principio— yo no perdiera el ciclo escolar. Sobre la marcha se irían resolviendo otros problemas.
Así que, a la coyuntura de por sí compleja de la adolescencia en una escuela nueva, sumé el vivir en una ciudad ajena para mí, en una casa que compartía con mi hermana recién divorciada y con mi cuñada, una joven alemana intempestivamente viuda. Sin el mínimo reproche hacia ellas, pero apegándome a la verdad, debo decir que ninguna de las dos representaban un apoyo emocional o formativo para mí.
Pero tampoco voy a flagelarme diciendo que mi vida era una tragedia o que yo estaba solo en el mundo. Para empezar, todos los fines de semana los pasaba en El Oro, en la casa familiar. Y para ayudarme a sobrellevar los cinco días de ciudad y escuela, contaba con la presencia de mi tía Lilia, hermana de mi madre, quien, con mi otra tía, Hilda, vivía a tiempo parcial en su departamento de La Merced, en el centro del entonces Distrito Federal.
Lilia Fat, una solterona de 53 años, era una cinéfila empedernida. Conocía prácticamente todos los cines de la ciudad, desde los más modernos y cómodos del llamado “primer circuito” (Diana, Manacar, Latino, Roble, El Dorado, Las Américas…), hasta los “de piojito”, con su programa triple, pasando por los de reestreno. Experta en rutas de camión y del entonces nuevo Metro, a Lili (como le decíamos en la familia) se le hacía chica la capital si de llegar a un cine se trataba. Y yo, criado en un pueblo con pocas opciones de entretenimiento, también asiduo al cine, encontré en la afición de mi tía un punto de coincidencia que hacía que esperara con ansias los miércoles, cuando por lo general compartíamos la tarde.
Así que, a pesar del catastrófico resultado académico de aquel primer año de prepa, y de mi infructuoso intento (con poco empeño, reconozco) de aprender alemán, encontré en las jornadas vespertinas de los miércoles, gratísimas experiencias cinematográficas, en compañía de mi querida tía Lili.
Han pasado cincuenta años desde entonces, pero al menos una docena de películas se me quedaron grabadas para siempre, algunas causándome un profundo impacto, quizá por la edad a la que las vi, quizá por la situación anímica que vivía en aquella época. Comparto algunas, de aquella selección bastante ecléctica:
SERPICO.

Dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Al Pacino.
Basada en hechos reales, narra la historia de un joven policía neoyorkino en su lucha contra la corrupción policial en su ciudad.
El tema musical central, compuesto por el griego Mikis Theodorakis es, en mi opinión una melodía magistral con una profunda tristeza en sus notas: https://www.youtube.com/watch?v=r1DMnQHvN7A
SACCO Y VANZETTI.

Una película italiana, dirigida por Giuliano Montaldo.
También basada en hechos reales, aborda el proceso judicial amañado por el cual, los obreros anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron acusados de un crimen que no cometieron, y sentenciados a la silla eléctrica, en el Estado de Massachusets, en los años ’20 del pasado siglo.
En su momento no fue una película con amplia difusión comercial. Habiendo sido producida en 1971, llegó a México tres años más tarde. Mi tía y yo la vimos en el Salón Rojo de la antigua Cineteca Nacional, una pequeña sala para menos de cien espectadores.
La música es de Ennio Morricone y el tema principal lo interpreta la cantante estadounidense de ascendencia mexicana, Joan Baez. https://www.youtube.com/watch?v=QZ8Jxdm5nZQ
JUAN SALVADOR GAVIOTA.

Jonathan Livingstone Seagull.
Película de Hall Bartlett, basada en la exitosísima novela homónima de Richard Bach, con guión del propio Bach, en colaboración con Bartlett.
Un filme en el que no aparecen seres humanos, sino solamente gaviotas en su hábitat natural, con textos de la novela interpretados por renombrados actores.
Aunque podría calificarse como tediosa, la riqueza visual y la espléndida música, compuesta e interpretada por Neil Diamond, con arreglos de Lee Holdridge, resulta una obra maestra. https://www.youtube.com/watch?v=Ls6n1TWeEQ4&list=PLAbSwpu-qbTlLXQC8jffzur_ymhNJ2Tnq&index=8
CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE.

Soylent green.
Película de Richard Fleischer, con Charlton Heston y Edward G. Robinson.
La trama sucede en un futuro distópico, situado en el año 2022, cuando la industrialización ha causado hacinamiento, calentamiento global y un desastre ecológico en todo el planeta. Los alimentos frescos están al alcance de una pequeña minoría privilegiada, mientras que la gran mayoría de la población debe alimentarse con concentrados producidos por la empresa Soylent, que provee de comida a la mitad del mundo. El asesinato de uno de los principales accionistas de la empresa, lleva a Heston, que interpreta a un policía de Nueva York, a investigar la compleja trama que hay detrás de la poderosa Soylent.
Nada muy alejado de la realidad actual, tomando en cuenta que la película se produjo en 1973 y está basada en una novela de 1966.
EL GOLPE.

The sting.
Una película de George Roy Hill, con Paul Newman y Robert Redford, ganadora de 7 de los 10 premios Oscar a los que fue nominada.
Situada en 1936, durante la Gran Depresión, narra la planeación y ejecución de una ambiciosa estafa, en contra de un peligroso líder de la mafia, para vengar el asesinato de un amigo. Una trama de ingenio, arrojo y amistad, imposible de dejar pasar.
LA NARANJA MECÁNICA.

A clockwork orange.
Película de 1971, dirigida por Stanley Kubrick, con Malcom McDowell.
Un filme ambientado en un futuro cercano, en Inglaterra, donde las pandillas se han adueñado de las calles británicas. El protagonista, un delincuente juvenil que ha sido atrapado por la traición de sus colegas durante una incursión muy violenta a una casa, se somete voluntariamente a un tratamiento psiquiátrico experimental que le permitirá salir de la prisión.
La película es violenta y a la vez cargada de crítica social hacia el pandillerismo y las teorías conductistas en psicología.
La banda sonora, compuesta casi totalmente por música clásica, es digna de escucharse. https://www.youtube.com/watch?v=AIdTNs0McZc&list=PLNObdymy4C-qpRtuXA3JtxM9G1mAPvgcI
EL EXORCISTA.

The exorcist.
La clásica película de terror de la era moderna, que me tocó verla en estreno en un cine particularmente alejado, el Pedregal 70.
Con Linda Blair, Jason Miller y Max von Sydow, narra la posesión diabólica de una adolescente que sólo podrá ser combatida por un exorcismo, encargado a un inexperto sacerdote, el padre Karras, ayudado por un viejo cura, Merrin, enviado por el arzobispado para apoyar a Karras en su compleja tarea.
Ganadora de dos premios Oscar, uno de ellos a mejor sonido, en cuyo equipo responsable estuvo el mexicano Gonzalo Gavira, quien al realizar los efectos especiales siempre pensó que se trataba de una comedia y no de una película de terror.
LUNA DE PAPEL.

Paper moon.
Dirigida por Peter Bogdanovich, protagonizada por Ryan O’Neal y su hija Tatum O’Neal, filmada en blanco y negro.
Situada durante la Gran Depresión, en los años ’30, narra la historia de un hombre, Moses Pray, quien debe llevar a una niña de 10 años que ha perdido a su madre, a casa de sus familiares, lejos de la casa de la huérfana. Moses es un vendedor de biblias de puerta en puerta, para lo que se vale de recursos poco éticos que la niña no sólo aprende, sino que perfecciona. Y allí comienza una peculiar relación.
Es de destacar que Tatum O’Neal ganó el premio Oscar a la mejor coactuación femenina, siendo la actriz de menor edad en recibirlo.
PAPILLON.

Dirigida por Franklin J. Schaffner, protagonizada por Steve McQueen y Dustin Hoffman.
Basada en la novela autobiográfica del escritor y expresidiario francés Henri Charriere, sentenciado por un crimen que no cometió, a una larga condena en la Colonia Penal de la Guayana Francesa, quien intenta fugarse en al menos trece ocasiones.
Diez años después leí la novela y he de reconocer que, aunque en la película se omiten muchos detalles, por obvio de tiempo, el apego al argumento original es sorprendente.
El “Tema de Papillon”, compuesto por Jerry Goldsmith es una melodía hermosísima. Y su versión con letra “Free as the wind”, interpretada por Engelbert Humperdinck, no se queda atrás.
Hace cincuenta años estaba finalizando aquel peculiar año de mi vida. Lo que aprendí en las aulas no fue mucho, pero todo lo que rodeo a ese período, incluida la cálida presencia de mi tía Lilia Fat, no tiene precio. ¡Gracias, siempre!

Guadalajara, Jalisco, junio 11, 2025.
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