Por Gabriel Escalante Fat*

“La realidad no es más que un cúmulo

de profecías desfavorables que se han cumplido.”

Haruki Murakami

                Un chiste que conocí a través de mi madre iba más o menos así: Un hombre es encontrado muerto en una calle céntrica. Llega la policía e intenta identificarlo; ninguno de los vecinos lo ha visto antes, nadie tiene idea de quién es o de cómo llegó allí. Entonces el sagaz detective a cargo del caso, concluye: “Si nadie lo conoce, seguramente es el diputado por este distrito”. En El Oro hemos pasado de un viejo chiste ficticio, a una dolorosa realidad que afecta a los habitantes y al patrimonio del municipio.
                En abril del año pasado, publiqué en d’interés un artículo que titulé “Puerquitos de Texcoco” (https://revistadinteres.com.mx/2024/04/19/puerquitos-de-texcoco/), en el que expresaba mi rechazo a que la candidata morenista a la alcaldía de El Oro fuera la profesora Juana Elizabeth Díaz Peñaloza.  Mis argumentos eran tres, uno legal y dos de apreciación. Un cuarto argumento no lo plasmé en el artículo porque era meramente especulativo:
                El argumento legal, que la susodicha no tenía residencia efectiva en el municipio que pretendía gobernar.
                Los de apreciación: uno,  que en El Oro había morenistas con mayor capacidad, experiencia y merecimientos para ocupar la candidatura; dos, que la señora Díaz Peñaloza no tenía ni experiencia política ni arraigo en el municipio, del que salió para no volver, en 1964.
                El argumento que no publiqué, estaba frágilmente basado en las intervenciones de “Ely” en un grupo de WhatsApp a raíz del incendio forestal del cerro de Somera, el 28 de marzo (jueves santo), que afectó seriamente a los municipios de El Oro y Tlalpujahua.  Mientras muchos de los mensajes versaban sobre ofrecimientos concretos para ayudar a bomberos y voluntarios como herramientas, agua y comida, la entonces aspirante sólo se dedicaba a presumir su cercanía con la gobernadora, en mayúsculas, con pésima redacción y alarde de soberbia, con mensajes como: “YA LE INFORMÉ A LA GOBERNADORA Y ELLA VA A ENVIAR AYUDA”; “YA LA GOBERNADORA ESTÁ AL MANDO DE LA SITUACIÓN” “DÍGANME QUÉ NECESITAN PARA YO DECIRLE A LA GOBERNADORA”, etcétera. Al final, todo el mundo lo supo, los incendios fueron extinguidos por helicópteros con cisterna que envió el Gobierno de Michoacán, y por los aurenses que acudieron a abrir guardarrayas en el monte. La ayuda de la dichosa gobernadora, nunca llegó.
                Lo que sí envió Delfina Gómez a El Oro, unos días después, fue a la vociferante Juana Elizabeth, como candidata “de unidad a la alcaldía del municipio. ¿Ignorancia, imprudencia o mala leche de la gobernadora? ¡Vayamos a saber!  Pero el hecho es que, el 2 de junio, los electores aurenses le entregaron a esta perfecta desconocida, la friolera de 8,527 votos, equivalentes a poco más del 44% de la votación total válida.  Una mala estrategia opositora, situó a sus contendientes mucho más abajo de ella: 5,683 sufragios para la alcaldesa Ruth Salazar, quien pretendía reelegirse; 3,524 para la candidata panista Keyla Rivera Gaytán y 462 para Mario Moreno, quien inexplicablemente chapulineó a Nueva Alianza.
                ¿Por qué ganó una candidata desconocida, antipática e inexperta, que ni siquiera tenía una propuesta concreta de gobierno? Creo que se unieron varios factores, entre ellos, la terquedad del PRI de buscar una reelección sin aliarse con el PAN; la capitulación de Acción Nacional al presentar una candidata sin mancha, pero con poco atractivo electoral; y el salto inesperado de Ubaldo Velázquez —quien ya se había ido del PAN a MC— del partido Naranja a Morena, que lo postuló como síndico en una jugada de última hora. Y el políticamente inestable Velázquez, se llevó con él a parte de su clientela fiel.
                Y si a lo anterior le sumamos la buena estructura territorial que desarrolló Morena en el municipio, bajo el liderazgo de Leonardo Bautista a través de los Servidores de la Nación (despojado de la candidatura en favor de Juana Elizabeth); la política clientelar del Gobierno Federal, que reparte dinero fácil a espuertas; y el fanatismo pro AMLO que campea en todo el territorio nacional y del que no se salva El Oro, se logró la fórmula con la que hasta una cacatúa hubiese ganado la elección.
                Después de su triunfo inapelable en las elecciones, Díaz Peñaloza dispuso de siete meses, ¡Sí, siete largos meses!, para intentar conocer el municipio que iba a gobernar, para acercarse a la ciudadanía y conformar un equipo de trabajo con gente local, para pergeñar el Plan de Desarrollo Municipal, no como un documento de ornato, sino como un esquema efectivo de trabajo.
                Pero aparentemente, nada de eso hizo la alcaldesa electa.
                El resultado de su inacción se vio desde el primer día de su administración, cuando, en un caótico primer cabildo, casi ninguna de sus propuestas fue aprobada, los ediles de oposición la apoyaban y los de su partido se le enfrentaban.
                Y desde aquel 1 de enero, ese es el derrotero que sigue este bizarro Ayuntamiento, que se ha ganado el rechazo generalizado, tanto de muchos servidores públicos a quienes se les adeudan salarios o que han sido despedidos sin cumplir con la Ley Federal del Trabajo, como de la ciudadanía, que ha encontrado a una alcaldesa distante, prepotente e ignorante, que parece que no se cansa de cometer errores, atropellos y burlarse de sus gobernados.
                Los puestos clave han recaído en personas ajenas al municipio, provenientes de Texcoco y Chicoloapan, algunos de ellos con antecedentes muy cuestionables.
                Se han asignado sueldos muy elevados, tanto a la presidenta municipal como a esos migrantes de lujo, además de cubrirles viáticos para que puedan vivir en hoteles del pueblo.
                Se han iniciado obras de “remodelación” y construcción, al menos en el Palacio Municipal y en el antiguo Cuartel Militar, sin tomar en cuenta que, por dictamen del INAH, la mayor parte de los inmuebles del centro, están considerados Patrimonio Histórico y no pueden ser tocados sin un estudio previo y autorización de la dependencia federal.
                Se mantienen cerrados al público el ya mencionado Palacio, el Teatro Juárez y el Socavón San Juan, de los principales atractivos del pueblo, que tiene en el turismo una de sus fuentes de ingreso.  Probablemente, la presidenta no tenga la lucidez mental para entender que con sus acciones podría hacer que se perdiera la denominación de Pueblo Mágico.              
                Las acciones por parte de algunos ciudadanos ya iniciaron, tanto por la vía legal (denuncias ante el INAH y amparos para suspender las obras), como por la vía social (una manifestación / marcha el pasado 13 de marzo) en la que se exigió la defenestración de la alcaldesa, así como la salida de los servidores públicos provenientes de los mencionados municipios del oriente de la entidad.
                En redes sociales también se ve actividad, aunque si se analiza con cuidado, quienes participamos en los grupos de WhatsApp o en Facebook, no somos más que perros mordiendo nuestra propia cola, ya que los mensajes no salen de un círculo limitado y se circunscriben a los mismos temas una y otra vez.
                Algunos medios estatales se han interesado por el asunto, pero con tan mala investigación, que sus notas han resultado incompletas, imprecisas o ininteligibles.
                En este caso, soy pesimista. Si bien El Oro ya tuvo un caso de destitución de un alcalde (Eulogio Carpio, en 1992), fue en el tiempo en que el propio PRI hegemónico castigaba a los servidores públicos que no se ceñían a las instrucciones “de arriba” y que les podrían acarrear costos políticos a las autoridades superiores.  
                Hoy, la situación es bien diferente. La 4T no castiga la ineptitud ni la corrupción, a veces ni siquiera delitos descarados.  Al movimiento fundado por López Obrador sólo le interesan la lealtad, la acumulación de poder en todos los órdenes y niveles de gobierno, y la permanencia del régimen durante muchos sexenios más. 
                El patrimonio cultural, el cuidado del erario y el respeto a la ciudadanía —que la 4T considera intelectualmente minusválida— le tienen sin el menor cuidado.   Reconocer un error no está en el catálogo de conceptos que el actual gobierno maneje, por lo que, iniciar un proceso de destitución de la alcaldesa en el Congreso Local, me parece casi imposible, ya que implicaría aceptar que Delfina Gómez se equivocó al designar a su amiga Juana en una tarea que, a todas luces, le quedó enorme.
                Creo que los aurenses deberemos hacernos a la idea de que el Palacio Municipal se convertirá en una hermosa zahúrda, en la que campearán a sus anchas, por tres años, los Puerquitos de Texcoco.
POST SCRIPTUM.
                Una persona muy importante para mí, al enterarse de lo que estaba yo escribiendo, me sugirió que rematara el artículo con la frase: “Ruthis, te extrañamos”.
                No le daré el gusto, pero sí citaré la sentencia de Don Juan López Ocaña, presidente municipal de El Oro de 1961 a 1963, padre y abuelo de queridos amigos míos y hombre carismático como pocos he conocido en mi vida.  Decía Don Juan a los alcaldes que se quejaban de que el pueblo los criticaba y no apreciaba su trabajo: No te preocupes, chaparro, el que viene te hará bueno”.
                Y en esa coyuntura estamos. La tan criticada (por mí, entre muchos otros) Ruth Salazar, está en estos momentos, en el mágico proceso de convertirse, a posteriori, en una buena alcaldesa.  ¡Cosas veredes, Mío Cid!

Guadalajara, Jalisco, marzo 18, 2025.

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