Por Juan Leyva Villagómez

Les dicen tranzas. A veces, también,  los califican como corruptos (o mordelones, en buen mexicano). Y la queja eterna es que siempre llegan tarde cuando se les necesita.  ¡Ah sí!, la policía municipal siempre está rodeada de más señalamientos que felicitaciones.
Lamentablemente, no hay falta de razón en ello. Por una experiencia más o menos cercana, todos saben (sabemos) de algún incidente donde los miembros de Seguridad Municipal no actuaron acorde a lo que establecen las leyes y reglamentos bajo los que (en teoría) se rigen.
Y de ahí parte el cúmulo de malas opiniones con respecto a esta policía que (si lo vemos bien) es la última barrera entre el crimen (organizado y/o desorganizado) y la ciudadanía; ya que las fuerzas de Seguridad a nivel estatal y federal no se mantienen con una relación tan estrecha dentro de lo municipal.
Por supuesto (y suena  como una obviedad),  el contar con policías municipales no garantiza  que los municipios puedan vivir en paz. Veamos a Michoacán. Volteemos a Tamaulipas. Y Veracruz. Y Guerrero. Y Sinaloa. Incluso, no hay que ir tan lejos; ¿Qué está pasando en el área conurbada entre el D.F y el Estado de México?
Diario (o casi) hay decesos que lamentar.
Y a todo esto, ¿quiénes son los policías municipales?  No hay que  buscar mucho: son nuestros vecinos, nuestros parientes, alguien a quien ubicamos de vista. Personas que hasta cierto punto conocemos.
Una característica tienen en común (y esto lo digo con muchísimo respeto): suelen provenir de los sectores económicos más desprotegidos.
Para ellos (en su mayoría), trabajar como policía municipal es un escape. Se acepta sin miramientos ya que es el eslabón más “accesible” en la cadena burocrática municipal. La premisa es simple: O un sueldo de 6 mil pesos quincenales dentro de un trabajo riesgoso, o el desempleo.
Sin embargo, eso de los 6 mil pesos es relativo. Existen aportaciones diversas para cubrir. Cuotas sindicales y esa serie de cosas que deben disminuir  el sueldo a entre 5 mil 800 y 5 mil 600 pesos, al menos aquí, en Atlacomulco. Cantidad a repartir entre gas, electricidad, hijos (dos o más), esposa o esposo, comida,  pasaje o gasolina, etc.

Ahora bien, no es mi intención victimizar a los policías (eso se lo dejo a algún partido político con intenciones mesiánicas),  por lo que también debo reconocer que, según el tiempo y el rango, hay quienes perciben cantidades mayores;  una cantidad que varía entre  los siete y nueve  mil pesos a la quincena (que, de igual forma,  no representan una gran diferencia).
Tampoco voy a enaltecer el trabajo que realizan actualmente los policías de Atlacomulco. Por supuesto que hay deficiencias. Es de todos conocido que el sistema de Seguridad municipal cuenta con carencias operativas y materiales enormes (irónicamente cuando tienen algo - como las cámaras de seguridad, por ejemplo-, lo dejan pudrir miserablemente) que se reflejan en la actuación de sus elementos.
¿A dónde quiero llegar entonces? Simple. Al hecho de que los policías municipales arriesgan su vida (porque, nos guste o no, lo hacen)  por una cantidad que, al menos a mí, no me parece ni adecuada ni  éticamente aceptable.
Una respuesta surge de modo automático (yo lo he pensado y estoy seguro de que ustedes también): si no les gusta, que renuncien.
El problema es que esa solución no soluciona nada. Si las condiciones no cambian, es difícil que los resultados varíen.  Cualquier trabajador que tenga que desempeñarse en el área de Seguridad bajo estas condiciones, entregará los mismos resultados.
Es decir, con ello vendrían nuevos elementos que, dadas las condiciones de trabajo, entregarían los mismos resultados.
La solución (si es que algo en México tiene solución) no vendrá mágicamente con un aumento de sueldo. Pero eso sería una gran ayuda. Un elemento para considerar  o valorar mejor su labor.
¿Por qué, si no, las bandas de narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores y demás linduras del crimen están llenas de policías o ex policías municipales?
Simple: el atractivo económico que representan.
En Atlacomulco, hasta cierto límite, la delincuencia no se ha disparado como en lugares cercanos (Temascalcingo es un buen ejemplo), pero está mostrando los primeros indicios. Desalentadores todos ellos.
Partamos entonces desde el supuesto que podemos controlar la situación: para ello es fundamental contar con policías municipales comprometidos, no con personas que sólo ocupan un lugar para escapar del desempleo.
Esa diferencia la hará (entre muchas otras cosas) una mejora económica en sus sueldos. Sería el primer paso, seguido inmediatamente por un mayor nivel de exigencia, disciplina y equipamiento, por supuesto.
Ojalá esto que hoy digo, también cruce por la mente de regidores, síndico y presidente. Sobre todo al momento de cobrar sus nada humildes emolumentos.

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