Por Antonio Corral Castañeda*
En el devenir histórico de la administración de nuestro municipio de Atlacomulco, como ha ocurrido en cualquier otra parte, han existido tres que cuatro presidentes municipales que no se han caracterizado precisamente ya no digamos por su elevado, sino cuando menos por su mediano nivel cultural. Esa es una verdad que no se puede ocultar ni negar, y es el caso de las dos siguientes anécdotas.
La primera cuenta que estando en el desempeño de su delicada comisión como presidente municipal, el funcionario notó con mucha preocupación que empezaba a tener serios problemas con su vista, ya que no veía de manera correcta, como bien lo hacía anteriormente. Decidido a trasladarse hasta la ciudad de México para someterse a un tratamiento, mandó llamar a la eficiente secretaria que lo asistía y le ordenó, muy ceremonioso, más o menos en estos términos:
“Señorita, tenga usted la bondad de hacerme un oficio para el señor regidor, a fin de que venga a verme y se haga responsable de esta oficina presidencial bajo mi cargo, por un tiempo aproximado de tres días, por tener la necesidad de ir a México a ver al ojista”.
La secretaria se avocó de inmediato a cumplir con la indicación recibida. Elaboró el solicitado documento con pulcritud y corrección, y al llevárselo al señor presidente, éste le pidió que se lo leyera en voz alta. La eficaz empleada, tratando de sintetizar el texto sólo dijo:
“… Que tenga la bondad el señor regidor de venir para hacerse cargo de la presidencia, por tener que asistir el presidente municipal a la ciudad de México a consultar a un oculista…”
Al escuchar este último término, el desavisado e incauto edil la interrumpió de inmediato, diciéndole:
---¡No, no, señorita, eso que ha dicho es incorrecto porque de ahí estoy perfectamente bien!
Se asegura que lo anterior fue totalmente cierto, lo mismo que el hecho que enseguida se narra, donde el actor central fue nada menos que otro antiguo presidente municipal de Atlacomulco. En esencia, el esquema o formato de este incidente es un tanto generalizado y no se pretende decir que de aquí surgió, sino que, en cuanto a su contenido, fue lo que sucedió a un edil cuyo nombre no viene al caso y que, como se apreciará, no andaba muy bien que digamos en cuestiones de ortografía.
Ocurrió que, teniendo una agenda saturada, con muchos asuntos pendientes y urgentes por atender, el señor presidente municipal en turno decidió realizar cuanto antes una reunión con el poco personal que para entonces trabajaba en la presidencia. Para ello ordenó a la señorita secretaria que le elaborara una circular citando a todos los empleados municipales para el próximo viernes, a las 10:00 de la mañana.
De acuerdo a las instrucciones recibidas la secretaria se puso de inmediato a trabajar, pero como tampoco era muy experta en el tema de la correcta escritura, se detuvo al momento de encontrarse con la palabra “viernes”, que para ella era, entre muchas otras, de dudosa escritura. Y queriendo disipar esa duda y salir de la incertidumbre, se dirigió al señor presidente municipal preguntándole:
---Señor, ¿Cómo se escribe viernes, con “V” o con “B”?
El edil se quedó muy pensativo por unos instantes, pero ante el evidente desconocimiento que a leguas lo delataba, titubeante y sin mayor explicación, simplemente le contestó:
---¡Cambie la reunión para el lunes!
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Extracto del libro ATLACOMULCO sus fiestas, tradiciones, costumbres y anécdotas del Profr. Antonio Corral C.





