Por Víctor Hugo

Tomé mis llaves, no había tiempo que perder, me dirigí al carro y salí lo más rápido posible (aunque con precaución). Nada debería salir mal, conduje un par de horas rumbo a mi destino, sólo por algunas ocasiones distraía mi vista del camino y era para asegurarme de que un pequeño envoltorio estaba seguro en el asiento del copiloto junto a mí cartera y celular. Tuve que hacer una breve escala, compré unas cosas para comer y beber además de cargar gasolina.

Continúe con la última etapa de mi camino, de pronto, una llamada turbó el silencio que por horas había inundado el interior del auto, era el teléfono que resonó en todo el interior del auto…

¡Hola!, Buenos días, ¿cómo estás? Respondí, bien gracias a Dios, casi llegando. Me da gusto oír eso ¿Traes eso contigo? Contesté, por supuesto no podría olvidarlo.

De acuerdo, te espero donde quedamos. Esa voz tan familiar, tan especial, calmó el cansancio del viaje además de renovar la esperanza de volver a verla, de disfrutar esa tierna mirada, cálida y reconfortante. Vi en el horizonte, el paraje donde habíamos acordado la reunión. Ahí estaba el Mini Cooper rojo (vaya estilo de aquella dama) … Estacioné mi auto, entré al pequeño restaurante, el agradable aroma a comida casera, abrió de inmediato mi apetito, como hacía tiempo no lo tenía, y ahí estaba ella, con esos hermosos ojos, y ese inconfundible perfume, se levantó y nos unimos en un abrazo breve pero especial.

Susurró al oído, tenía tantas ganas de verte. Apenas respondí, mientras un par de lágrimas recorrieron mi rostro y terminaron por caer en su ropa. Sonrió, pero también había gotas de agua en sus ojos. Quién lo diría, dijo mientras buscaba con la mirada un lugar para sentarse, aunque yo no deseaba soltarla.

Lo siento, le dije mientras la soltaba para sentarnos. Espero te guste lo que pedí de almorzar. Sí claro no te preocupes, conoces bien mis gustos… sonreí. Y bien, ¿Dónde está eso?, Oh cierto, dije mientras ponía un pequeño libro en sus manos blancas como la nieve. Es todo tuyo, sólo tú sabrás qué hacer con él, lo colocó dentro de su bolsa de mano, después nos ocuparemos de eso, dijo y dio la orden a la mesera con la vista para que nos brindará el servicio solicitado. Mientras disfrutábamos de un exquisito almuerzo…

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