Por Jacobo Gregorio Ruiz Mondragón*
En palabras de André Maurois, «la lectura de un libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta», y para que esto ocurra, es necesario liberar esa «magia» prisionera en las páginas de cada obra, pues de acuerdo con el Módulo Sobre Lectura (MOLEC), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el promedio de libros que leímos el año pasado, fue de 3.2 ejemplares, así que a manera de sugerencia para incrementar esa estadística, al menos, en lo que a este año corresponde, puede ser la lectura del libro que más adelante se enuncia y seguramente será de su agrado.
Hace una década, el almirante William Harry McRaven1 fue el encargado de dar el discurso de graduación en la Universidad de Texas, Estados Unidos, en cuya noche se graduaban casi ocho mil estudiantes. El mensaje fue tan emotivo que tiempo después, llevó al militar en retiro, a escribir el libro «Tiende tu cama y otros pequeños hábitos que cambiarán tú vida y el mundo», integrado por diez capítulos o diez lecciones de vida, así como el discurso pronunciado en aquel momento, del cual destacan algunos textos que en su esencia dicen:

Si le regalan un momento a este viejo marinero, obtendrán algunas sugerencias que seguramente les ayudarán en su camino hacía un mundo mejor. Aprendí estas lecciones durante el tiempo que estuve en las fuerzas armadas, aunque puedo asegurarles que no importa si no han pasado un sólo día en ellas, pues en la vida como en la armada, las batallas son semejantes y los aprendizajes para superarlas se aplican de idéntica manera.
Todo empezó cuando concluí la Universidad y luego inicié mi entrenamiento en el Programa de Instrucción Básico SEAL2, en Coronado, California, son seis meses de hostigamiento constante por guerreros profesionales que tienen la misión de identificar a los que no deben ser miembros de los SEAL, y, por otra parte, encontrar a quienes puedan liderar un ambiente de estrés constante, caos y sufrimiento.
Cada mañana, mis instructores «veteranos de Vietnam», entraban al cuartel y lo primero que hacían era revisar que la cama estuviera tendida, una tarea sencilla, rutinaria, que debía hacerse a la perfección, en aquel momento me pareció ridículo, sobre todo en vista de que aspirábamos a ser auténticos guerreros, pero más tarde descubriría la sabiduría que envolvía aquel sencillo acto.
Si tiendes tú cama cada mañana, habrás logrado la primera tarea del día. Esa acción te dará un pequeño sentimiento de orgullo y te animará a hacer un sinfín de tareas cumplidas. Hacer la cama, refuerza el hecho de que las pequeñas cosas de la vida importan, sino puedes hacerlas de forma correcta jamás harás las grandes cosas, y si, por casualidad tuviste un mal día, al regreso a casa, habrá una cama bien hecha, que por cierto tú hiciste.
En el entrenamiento, se divide a los reclutas en tripulaciones, cada una de ellas debe formarse en la playa y remar varios kilómetros frente a la costa. En invierno, el oleaje puede alcanzar hasta tres metros de altura y es extremadamente difícil remar si todos los miembros de la tripulación no lo hacen con la misma fuerza. Yo estaba con los hombres más altos, pero había una tripulación de reclutas «bajitos» y algunos de nosotros les jugábamos bromas por el tamaño de sus aletas en sus pequeños pies, sin embargo, siempre se las arreglaban para superarnos.
Durante la fase de combate terrestre, se lleva a los aspirantes a la Isla de San Clemente, frente a las costas de San Diego, cuyas aguas están repletas de tiburones blancos. Uno de los recorridos se hace de noche. Te enseñan que si un tiburón con ganas de un bocadillo nocturno, se dirige a ti, no debes alejarte o actuar con miedo, sino unir todas tus fuerzas para darle un puñetazo en el hocico, entonces, el se volteará y se alejará.

La novena semana se conoce como la «semana del infierno», seis días sin dormir y un día dentro del fango, entre San Diego y Tijuana, un terreno pantanoso, donde el frío y el viento ejercen presión para retirarse. Los instructores señalaron que si cinco de nosotros, sólo cinco, nos dábamos por rendidos, el resto podía salir. Muchos estaban a punto de rendirse, y entonces comenzó a resonar en medio de la noche, una voz desafinada que se alzó para cantar con gran entusiasmo, luego fueron dos voces, más tarde tres y así sucesivamente hasta que todos estaban cantando, de alguna manera el barro parecía más cálido, el viento un poco más manso y el amanecer no tan lejos.
Finalmente, en el entrenamiento hay una campana a la vista de todos, lo que hay que hacer para rendirse, es tocar la campana, y así no habrá que levantarse a las cinco de la mañana, estar en los pantanos helados o correr las pistas de obstáculos, todo lo que hay que hacer es tocar la campana para rendirse.
Si algo he aprendido, es el poder de la esperanza «Washington, Lincoln, King, Mandela, Malala»; pudieron cambiar al mundo dando esperanza a la gente. Un futuro mejor, motiva a tomar las medidas necesarias para que esto suceda. Así que si quieres cambiar al mundo, comienza por tender tu cama; comprende que la vida es un mar de tiburones de cuyas aguas no se puede huir, y cuando juzgues, si es que lo haces, juzga a las personas por el tamaño de su corazón no por el tamaño de sus aletas, pero jamás toques la campana; entonces la próxima generación, y las siguientes, vivirán en un mundo mucho mejor al que nosotros tenemos hoy, y lo que comencemos aquí, ciertamente habrá cambiado para dejar un mundo mejor.
Y Ustedes… ¿tendieron su cama?
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1. Es un almirante de cuatro estrellas de la Marina de los Estados Unidos, se desempeñó como noveno Comandante de Operaciones Especiales y fue condecorado con la medalla por servicio distinguido de defensa. Llevó a cabo la operación que localizó a Saddam Hussein y participó en la operación que dio de baja a Osama Bin Laden.
2. SEAL es un acrónimo que proviene de las palabras en inglés: SEa, Air y Land, que se refieren a la capacidad de la armada de Estados Unidos para operar en mar, aire y tierra.
3. Fragmento del discurso: https://www.youtube.com/watch?v=AdG4SdAsUTQ
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