Por Ana Karen Flores*

“Buen amor y buena muerte,

no hay mejor suerte”

Frase popular

Si pudiera describir los últimos días de octubre y principios de noviembre en México sería de la siguiente forma: el olor a copal y cempasúchil, chocolate caliente, hojaldras o pan de muerto, fruta (en especial la mandarina y la caña), los dulces tradicionales como el dulce de calabaza, chilacayote, higos, las calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, la belleza del papel picado, los altares, las velas y las cruces. Sin duda una fiesta multicolor que llena de nostalgia el ambiente.

La verdad es que, en México, solo se nos ocurre hacer burla de la muerte, desde las calaveritas literarias, las representaciones artísticas con la famosa “Calavera Garbancera” de José Guadalupe Posada, o las canciones alusivas. No olvidemos las ciudades y pueblos majestuosos como Janitzio, Pátzcuaro o Valle de Bravo (por mencionar algunos) donde la magia se hace presente.

Hablar de la muerte es comprender un significado subjetivo, aunque cuenta con definiciones formales, su dimensión trasciende perspectivas: en mi opinión la muerte sería ese estado de transición de un plano a otro o una especie de renacer, pero ¡vaya!, es muy poco a comparación de la gran fiesta que vemos cada año. No digo no sea dolorosa e incluso traiga recuerdos tristes, solo modifica esa vivencia.

Y hablando de recordar, cuyo origen proviene de “recordis” (volver al corazón) justo esas sensaciones traen lo positivo o bonito de las fiestas. El recuerdo, recordar, recorrer el corazón a través de los sabores, las canciones, los rezos o los adornos permiten sentirnos parte de una familia, tener presente a los seres queridos que han partido al más allá o a un lugar mejor (como queramos decirlo) es inigualable.

Parte de recordar viene el llorar, llorar es una acción, verbo, sentimiento o reflejo involuntario que expresa dolor, alegría, enojo o melancolía. Al igual que la muerte, llorar expresa la gratitud o el acompañamiento a la persona en su dolor. Sí, tal vez estamos pensando en las plañideras; aquellas mujeres que cobraban su llanto en los funerales, sean para sobrellevar el luto a los familiares, personas cercanas al difunto, darle una buena “reputación” o simplemente mejorar su camino.

Este oficio “triste” se consideraba exclusivo de las mujeres y la representación histórica no cambiaba mucho. La vestimenta era negra en alusión al luto, la muerte o el dolor, azul o blanco; todo conforme a los contextos culturales. Otros oficios importantes que ayudan en la preparación de los difuntos al más allá son los cantadores de duelo o en la versión actual: los mariachis.

Los mariachis poseen el don de la alegría y el fandango, la fiesta o diversión. Es imposible no verlos en los panteones y es que el canto es la forma de unir a las familias e incluso las personas cercanas que despiden y conviven con sus seres queridos. Las canciones por lo general, son aquellas que el difunto escuchaba en vida o el recuerdo.

Los portadores o cargadores del ataúd. Cuando nacemos o escuchamos una frase empleada en la religión católica o religiones similares es: “polvo eres y polvo te convertirás” reflejando la idea del nacimiento y muerte. Los cargadores o portadores poseen un valor simbólico y físico en la cultura popular mexicana. El papel físico se refiere al apoyo a la familia en el duelo además de la solidaridad en momentos difíciles, proporcionar estabilidad al ataúd (aspecto visual) y brindar solemnidad, mientras que el papel cultural o espiritual reflejan los cuatro puntos cardinales: norte, sur, este y oeste; el ciclo de vida de la persona.

Los albañiles o personal de la construcción cuentan con otro papel reconocido sin ser necesariamente un referente en las festividades del Día de Muertos. Durante la construcción de las tumbas, lápidas o fosas necesarias para lograr dar sepultura al difunto. Lo curioso es la forma o realización de las lápidas conforme las costumbres del lugar, la religión que profesa la familia o bien el toque estético de las capillas. Desde elementos celestiales, religiosos, santorales, entre otros.

Como olvidar las catrinas, la sátira de la cual José Guadalupe Posada utilizaba para demostrar un único aspecto: la clase y forma elegante de vida en los años veintes antes del comienzo de la Revolución Mexicana. También, era la manera de describir el aspecto de igualdad entre mujeres y hombres, niñas, niños y adolescentes. Es decir, la muerte contempla todos los aspectos sin importar nada más, en ocasiones se viste de gala, ocupa y desempeña oficios, profesiones, es bailarina, triste, ruidosa o quieta pero justo esa característica mutable la hace inigualable.

Y qué decir de las ofrendas y los altares, las fotografías, alimentos, bebidas, dulces o detalles peculiares que habitan en cada hogar. No obstante, las ofrendas son generales, se adaptan a las personas individual y colectivamente. Las fotografías indican los recuerdos, presencia de los seres queridos, el camino de flores o el cempasúchil agregando las velas la luz para llegar a casa, the path (camino). Los alimentos son aquellos guisados, frutas o gustos (cigarros, puros) que en vida degustaban, las bebidas igual e incluso algunas ayudan a purificar y reducir la fricción entre los mundos o planos: el agua y la sal.

Los colores vivos cumplen la función no solo de embellecer los altares u ofrendas, permiten reflejar a los seres queridos de diversas formas: rosa mexicano, púrpura, verde, negro, naranja, blanco, azul, entre otros elementos, las calaveritas de azúcar, chocolate o amaranto con los nombres en la frente también describen si se trataba de un hombre o mujer quien falleció. En algunas culturas, los panes con los nombres o frases específicas ayudan a mostrar la identidad de los difuntos. Por ejemplo, en la ofrenda mazahua en una ocasión colocaron una pieza de pan con la palabra “Mixokjimi”, tal vez refiriéndose a: “Dios esté contigo”.

Día de Muertos en México es sin duda una fiesta de color, alegría, misticismo y aprendizaje, pues las tradiciones pasan de generación en generación recordando que la muerte no considera el género, pero en vida si influye: desde el papel social mujeres y hombres, la forma de celebrar o el contexto personal. Al final de cuentas la muerte es benevolente con todas las personas que cumplen el ciclo de vida.

*Facebook: Ana Karen Flores https://web.facebook.com/DeFloresKaren

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