Por Erika Velasco García*

No existe ser humano, que no haya experimentado en su infancia, alguna herida o dolor que le haya marcado y que, en la adultez, afecte en su desarrollo personal e interacción con los demás.

Las heridas nos afectan de acuerdo a nuestras características y personalidad, en el mismo entorno familiar cada hermano desarrolló distintas heridas porque existieron sucesos que le afectaron más o menos, como ya lo mencioné, de acuerdo a su personalidad. Por ello en ésta publicación analizaremos cada una de las heridas emocionales, y con el avance de las publicaciones vamos a dar tips de grafoterapia que pueden ayudar a disminuir esa herida.

Vamos a sanar a nuestro niño interior, un niño interior sano, es un adulto funcional y sano.

Tipos de heridas emocionales

Hay muchos tipos de heridas emocionales, y cada teoría psicológica les ponen unos nombres u otros, pero lo importante es que, a pesar de que cada persona lo vive de forma única, hay experiencias humanas de dolor emocional que son comunes. Algunas de ellas son:

– Herida de abandono:

Se genera cuando necesitamos a alguien a nuestro lado y hemos sentido que nos dejaban solos. Algunas experiencias que la producen son el no ser consolado cuando lloramos, o ser olvidado en algún lugar por la familia. Trae convicciones como “a nadie le importo”, “nadie me entiende”, “no soy importante”, o “estoy solo en este mundo”.

– Herida de miedo:

Aparece cuando hemos vivido un peligro muy grande, tanto a nivel físico como emocional, y no hemos encontrado protección en ningún lugar. Puede generarla el haber sido víctima o testigo de violencia, una catástrofe natural o un accidente. Es frecuente que aparezcan creencias de que “el mundo es un lugar peligroso”, “si confió me harán daño”, o “seré herido y moriré”.

– Herida de impotencia:

Cuando nunca se ha valorado mi capacidad, nunca se me ha permitido hacer las cosas por mi cuenta, tomar decisiones o correr riesgos, o cuando se ha vivido una circunstancia dolorosa imposible de cambiar, como la muerte de un ser querido o una enfermedad grave. Lleva a pensar cosas como “no soy capaz, no podré cambiarlo”, “soy débil y pequeño”, “no tengo recursos, ni fuerza, ni ideas”, o “el mundo es demasiado grande para mí”.

– Herida de desesperanza:

Suele producirse tras un largo proceso con gran sufrimiento en el que nunca se ve que la situación mejore, y después de haber confiado no se ha encontrado solución. Cuando alguien de quien esperábamos ayuda nos falla, como un ser querido o una divinidad, o cuando hemos intentado todo lo que sabemos y aun así no logramos salir de una situación negativa. Aparecen creencias aplastantes como “nunca saldré de esta”, “mi vida no tiene arreglo”, “mi futuro es negro”, o “quiero dejar de existir”.

– Herida de confusión:

Cuando ha ocurrido algo que no era capaz de procesar y entender, y me genera mucha angustia. Perder a un ser querido repentinamente sin conocer la causa, recibir mensajes contradictorios en mi educación, ser víctima de un engaño o estafa, el abandono sin explicaciones de uno de los progenitores. Estas experiencias dejan a la persona en un estado mental desorganizado: “no comprendo lo que está pasando”, “nada tiene sentido”, “¿por qué el mundo/mi vida es así?”, “me siento perdido”.

– Herida de rechazo:

Se genera cuando percibo que por algún acto o característica mía se me excluye de un lugar en el que me gustaría estar. La viven personas que han sufrido bullying, niños que no han sido deseados por sus padres, las víctimas de racismo, machismo u homofobia. Puede llevar a pensar que: “no soy amado, querido o deseado”, “no merezco el amor de otro”, “hago daño a los demás y por eso me alejan”, o al revés, “los otros son malos”.

– Herida de vergüenza:

Cuando se ha sufrido una humillación o desvalorización de uno mismo o del mundo interior: mis ideas, gustos u opiniones. Aparece tras experiencias de humillaciones por parte de profesores, unos padres que no valoran las expresiones de su hijo, o padecer todo tipo de burlas. Esto genera unas creencias de falta de valor: “no soy valioso”, “soy estúpido y malo”, estoy sucio”, “hay algo defectuoso en mí”, o “no soy digno”.

Muchas de estas situaciones pueden generar más de una herida a la vez. Además, aunque lo más habitual es hablar de las heridas emocionales de la infancia, en realidad se pueden generar a lo largo de toda la vida. Ciertos eventos de la vida adulta pueden producirlas: como un divorcio o ruptura amorosa difícil, un despido del trabajo, o la muerte de un hijo.


La profundidad de las heridas y cómo nos afecten dependerá de varios factores, entre los que está la edad en la que ocurra la experiencia dolorosa, la gravedad del daño causado, cuanto se prolongue en el tiempo, y una de las más importantes: la forma de afrontarlo de la persona y de los que le rodean.

Iniciemos con la herida de abandono, generalmente causada por niños que no tienen la atención de los padres, pasan mucho tiempo solos,  o a cargo de personas ajenas a su entorno familiar, y que además en esos momentos no los tratan con cordialidad, ahora la pregunta ¿Cómo trabajamos con esa herida desde la grafoterapia?

El primer paso para cualquier trastorno o daño emocional, es la aceptación, mientras no aceptes el daño será imposible darle tratamiento, entonces si ya desde tu individualidad y sinceridad puedes aceptar el problema, podemos seguir al tratamiento, y verás más señales, porque tu algoritmo estará atento a esa información, y estarás receptivo a conocer y trabajar en ello.

En este momento tal vez vengan a tu mente algunos episodios, en los que tuviste ese sentimiento de abandono ahora viene la solución:

Ejercicio: Carta a mi niño interior.

Escribe en una hoja blanca, con tinta morada, todo ese dolor por sentirte abandonado, qué sentiste, cómo fue el suceso, explica lo más posible, describe cada sentimiento, el lugar, el día. Una vez que hayas terminado tu explicación, escríbele a la persona que te provocó esa emoción que lo perdonas porque sabes que no lo hizo con la intención y que no tenía las herramientas para actuar adecuadamente, finalizando tu relato, destruye, quema, rompe la carta y sácala de tu entorno, con ese sentimiento de liberación, pensando en que una vez que sale de tu casa o del lugar en el que te encuentres en ese momento, sale la emoción negativa de tu ser, para poder seguir con tu proceso de crecimiento personal.

Ejercicio: Ganando seguridad.

Ahora en otra hoja blanca, con tinta azul celeste, escribe: “Mi letra es segura, como yo soy”. Repite la frase 21 veces y debajo de cada frase realiza el siguiente garabato.

Ejemplo:

Un gusto compartir con Ustedes estimados lectores, grafología, quedo atenta a sus dudas y comentarios. Sean felices, busquen autoconocimiento y sean cada día una mejor persona, personas felices, entornos felices.

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