Por Víctor Hugo
… Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, lo lancé sobre la mesita de centro. Abracé a “Botas”, me quedé perdido en el infinito universo de las dudas y la soledad. No sé cuánto tiempo estuve así, reaccioné hasta escuchar un ruidoso maullido. Tal vez “Botas” quería comprobar que aún estaba en este mundo o en otro, o era sólo hambre, o quizá ambos supuestos.
-Sí ya voy, dije entre dientes, mientras llenaba de croquetas su comedero en forma de gato…
… Suspiré profundamente.
En eso sonó el timbre de casa, gruñí mientras me dirigí a la puerta, preguntándome ¿ahora quién será?, al abrirla, la luz del exterior me cegó completamente y un trueno ensordecedor me dejó viendo al techo de la casa, no podía comprender que estaba pasando… en mi mente guardaba la idea de un arma, pero también la confusión de recordar haber comprado una.
…¡¡¡Maldito trueno!!! Exclamé y de un salto estaba de pie, trataba de entender qué había sucedido, y al final todo era incierto… tenía la misma ropa, no había transcurrido otro día, otra jornada laboral, es más… no había salido de casa, simplemente me quedé “reflexionando” con los ojos abiertos, fui protagonista de una historia con un final que afortunadamente sólo aconteció en un escenario imaginario.
La sangre helada y un frío sudor recorrían mi frente, mi cuerpo, sacudiendo mi alma.
Fue un sueño, sólo eso, lo repetí varias veces tratando de convencerme… mientras el celular sonaba insistentemente.
Sí…. bueno, respondí:
Hola hijo ¿cómo estás?… cuya dulce voz advertía angustia.
Respondí, bien madre, una disculpa por no contestar tus llamadas y mensajes, por un rato me quedé “dormido”, me desconecté de este mundo, pero estoy de vuelta, estoy bien, en casa.





