Por: Ana Ximena Monroy Martínez*
En medio de un complejo enredo cotidiano de prisas, teléfonos celulares, redes sociales, silencios y falta de reflexión pocos son los espacios que pueden abrirse para el dialogo desinteresado y el intercambio de ideas frescas como las mañanas de otoño, espacios calientes, espacios cálidos de café e intelecto que fungen como medicinas contra la indiferencia y la ignorancia.
Es estos días lluviosos, en los que una espesa melancolía parece apoderarse en ocasiones del ambiente, se está llevando a cabo un proyecto formidable que lleva por nombre Foro Aurense de Historia y Estudios Regionales cuya misión principal es, desde 2014 y como su nombre lo indica, convocar al estudio regional del antiguo distrito minero de El Oro y Tlalpujahua y sobre todo compartir generosa y desinteresadamente el producto de dichos estudios.

Es grato ver como todos los fines de semana de un octubre húmedo y esperanzador, que nos conduce lenta e inexorablemente al final de un contrastante año 2024, el salón de cabildos del Palacio Municipal de El Oro parece iluminarse con luz propia, esa luz poderosa e infalible como un faro o un sol que emana del conocimiento y la voluntad de compartirlo.
El trabajo arduo, incansable que desde hace ya una década ha realizado Christian Bueno, el fundador y artífice de este proyecto formidable, no hace sino buscar tierra fértil en la que pueda florecer en belleza y plenitud la semilla del saber, busca sin lugar a dudas y con insaciable esperanza que algún día el fruto de esa semilla sea grande, jugoso y dulce.
Hay un pasado glorioso que comparten los municipios vecinos de El Oro y Tlalpujahua, un pasado hecho de metales preciosos e historias insospechadas que se yergue, orgulloso y discreto detrás de bosques espesos, verdeantes como el alma misma de estos pueblos, un pasado del que aun hoy se respira el aroma, un pasado del que aun hoy vivimos sus habitantes y que en más de una ocasión nos ha hecho suspirar de nostalgia, y es claramente, un pasado que vale la pena descubrir y estudiar pues nos atañe a todos al igual que su presente y su futuro.
No hay pueblo más sabio que aquel que bucea en su propia historia con fuerza y tenacidad cual si de océanos profundos se tratara. Es por ello que la labor cultural no deja que constituir una prioridad a la hora de construir mejores sociedades, civilizaciones más fuertes, capaces y con mejor respuesta al cambio.
Esos espacios abiertos para que cualquiera tome la palabra y comparta sus ideas al amparo de madera que comienza a envejecer nos brindan la claridad para reconocernos como conciudadanos, como parte de un entramado antiguo y que ha perdurado a través de las edades. Conocer de nuestros orígenes nos hace valorar lo que somos, las flaquezas que tuvimos y con suerte, nos permitirá echar una ojeada al incierto futuro que nos espera.

Los antiguos griegos daban al método dialectico, es decir, al fluir de palabras como ríos calmos y a ser posible interminables, una importancia fundamental, incluso más que a la palabra escrita, porque escuchando al hermano hombre se espira a la perfección del alma propia.
Escuchar lo que dicen otros es, a mi entender, un arte. El arte de callar para que otro diga aquello que nace de sus fosos profundos, lo que nace de su sabiduría por el largo andar de la vida y el cultivo disciplinado del estudio.
En el caso del Foro Aurense, si algo no falta es la oportunidad de escuchar, escuchar lo que otros tienen que decir respecto a los más diversos temas. Plantas, arboles, canciones, parroquias, hongos, turismo, agroecología, etnobotánica, sociedad, recuerdos, restauración, gastronomía, telas, monumentos, sueños, genealogía, libros, música. Hay ahí torrentes de palabras que pueblan el salón más emblemático del Palacio Municipal, un salón que huele ligeramente a guardado pero donde no se guarda nada, donde en octubre no se guarda nada pues la información se ha convertido en la dueña absoluta e indiscutible de esas paredes.
Considero pues, que para la supervivencia de dicho muy loable proyecto, es fundamental la presencia de las personas, es aconsejable que vayan a escuchar, que vayan a aprender saberes que se alejan de la vida cotidiana, que por el contrario, nos acercan a una visión global de nuestro querido municipio y por suerte la generosidad nos alcanza, confío, para aprender del municipio vecino, Tlalpujahua, que tanto nos ha brindado.
Hermandad y generosidad son una buena bandera.
*Facebook de la autora: https://web.facebook.com/ximena.monroy.9634





