Por Jacobo Gregorio Ruiz Mondragón*

En cierta ocasión, dada la carga de trabajo en una morgue, es asignado un joven doctor a efecto de apoyar al médico en turno, al presentarse con él es puesto al tanto de sus tareas que de forma inmediata le son asignadas. Entendiendo a la perfección su rol en ese lugar y en razón de su juventud, hace una breve pregunta: Doctor ¿Son ciertas las historias que se cuentan de estos lugares?, recibiendo como respuesta, algunas, no todas, pero en esta morgue se cuenta una con mucha frecuencia, ocurrida con el médico que me precedió.

Se dice que, una noche en la morgue, llegó el cadáver de un niño de aproximadamente cuatro años, quien había sido brutalmente asesinado. El forense practicó la necropsia de ley, cuya causa de muerte fueron las múltiples lesiones provocadas en la cabeza. Al concluir el examen del cuerpo, una persona lo abordó sigilosamente para entregarle una mochila, en cuyo interior había grandes fajos de dinero, a cambio de certificar una causa de muerte distinta a la ocurrida, y de esta forma, el responsable pudiera quedar libre.

Así sin más, el médico aceptó el dinero y al terminar la necropsia decidió tomarse una siesta. Dormido escuchó una voz que lo llamaba a las gavetas de la morgue, por lo que decidió ir, y ahí el alma del niño se hizo presente, limitándose  a decir: quiero que ese asesino pague por lo que me hizo, quiero descansar en paz y que mi familia no sufra más de lo que ya está pasando, por favor ¡regresa ese dinero!, ¡Haz lo correcto!. Se que tú mujer está embarazada y tendrán un niño y no querrás que le pase lo mismo, ayúdame a descansar. A pesar del gran susto, el médico se armó de valor, contestándole tú no eres real, eres producto del cansancio, ¡lárgate!. Enseguida se dio la vuelta y salió a fumar un cigarrillo, repitiendo en voz baja, es sólo mi imaginación, nada más que eso… es sólo mi imaginación..

Poco después, regresó a elaborar su dictamen, el cual sirvió para decretar la inocencia del acusado. Pasó el tiempo, y en un día que parecía transcurrir como cualquier otro, recibió una llamada, avisándole que su pequeño había desaparecido. Inmediatamente salió del turno y junto con su esposa comenzaron su desesperada búsqueda.

Pasaron varios días hasta que la policía encontró sin vida a ese niño. Se hizo el levantamiento del cadáver y el médico solicitó realizar la autopsia, determinando que las lesiones en la cabeza ocasionaron la muerte del infante.

Con motivo de la investigación, fue detenido el responsable de ese delito. Ya en el desarrollo del juicio, el médico se percató que el procesado era la misma persona a quien años atrás había favorecido con su dictamen, y gracias a ello, había sido absuelto. No esperó más, acudió al Ministerio Público para comparecer voluntariamente, declarando que en el pasado recibió dinero a cambio de certificar una causa de muerte distinta a la realmente ocurrida, para favorecer a un delincuente del cual ahora sabía era un asesino serial, cuya consecuencia legal lo llevó no sólo a perder su cédula profesional y su libertad, sino a su único descendiente y todo por no querer escuchar la advertencia del niño que despertó en la morgue. Y es así como ahora ocupo la plaza de médico forense que en ese momento estaba vacante.

Apenas terminaba de contar el relato, cuando llegó el cadáver de un niño de apenas unos cinco años de edad. El joven doctor debía retirarse para realizar la necropsia correspondiente, no sin antes entender que la historia no debía repetirse, pues conocía el final y sus lamentables consecuencias. Alguna vez, Warrent Buffett dijo: «la honestidad es un regalo muy caro que no debe esperarse de gente barata».

Cierto, en la historia convergen mucho de realidad y un tanto de fantasía, pero el objetivo del relato contado por el Doctor a su joven colega, era fomentar la conciencia de lo correcto, realizar el trabajo forense sin distorsionar la verdad histórica de los hechos buscando favorecer a una determinada persona, y al final, ese homicida pueda causar un daño igual a otro ser humano o incluso a quien lo ayudó para no ser sentenciado u obtener una condena menor.

Dice una frase en la red «la muerte pregunta a la vida: ¿Por qué a mi todos me odian y a ti todos te aman?, La vida responde: Porque yo soy una bella mentira y tú una triste verdad».

Nota relacionada: https://revistadinteres.com/relatos-forenses/

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