Por Gabriel Escalante Fat*
“Burocracia es el arte
de convertir lo fácil en difícil,
por medio de lo inútil”
Carlos Castillo Peraza.
El 9 de marzo de 1993, Carlos Castillo Peraza tomó posesión de la Presidencia Nacional del PAN, sustituyendo a Don Luis H. Álvarez, quien había ocupado ese cargo por dos períodos de tres años cada uno, durante una de las etapas de mayor crecimiento y consolidación de Acción Nacional. A sus 47 años, el yucateco era considerado una de las figuras más notables del partido, con una formación académica, profesional y política muy sólidas: Ingeniero por la UAY (Universidad Autónoma de Yucatán), Licenciado en filosofía por la UNAM y la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, Licenciado en letras y posgraduado por la Universidad de Friburgo, en Suiza; catedrático en la Universidad Montejo, en el Seminario Arquidiocesano de Yucatán y en la Universidad La Salle; editorialista en prestigiosos medios escritos del país y de Europa; 27 años como militante del PAN, dos veces diputado federal y ex candidato a gobernador de Yucatán y a alcalde de Mérida. Un digno sucesor de Don Luis.

Pocas semanas después, a solicitud del entonces diputado local Domingo Vilchis, con quien yo tenía una buena relación, produjimos, con mi empresa, un escenario para la presentación de Luis Felipe Bravo —entonces candidato del PAN a la gubernatura del Estado de México— en el Encuentro Estatal de Mujeres por el Cambio que se celebró en un cine de Texcoco. Después del acto protocolario inaugural, el diputado Vilchis me fue a buscar. “Te quieren conocer”, me dijo. Lo seguí hasta el vestíbulo del cine, donde me presentó nada menos que con Carlos Castillo Peraza.
—Me dice Domingo que tú hiciste el escenario.
—Así es —respondí—. ¿Qué te pareció?
—Me gustó mucho, porque está acorde a la imagen que quiero que proyecte el partido. Tiene trazos modernos, sobrios, es elegante.
Yo estaba sorprendido y quizá algo abrumado; mentiría si dijera que recuerdo lo que le respondí.
—En noviembre vamos a tener nuestra Convención Nacional, para elegir candidato a la Presidencia —me informó—. Me gustaría que nos ayudaras a construir el escenario —y añadió—: Pero no te preocupes, para eso sí tenemos presupuesto; ya me dijo el diputado que esto lo hiciste gratis.
—No totalmente gratis, me dieron una aportación para gastos —le dije.
—Búscame en un mes, más o menos; a mí o a Adrián Fernández —y me dio su tarjeta ¡Qué daría hoy por haberla conservado!
Un mes más tarde —a eso de las 7 de la noche— acudí con mi compadre y presidente del PAN municipal en El Oro, a las viejas oficinas del Comité Nacional, en la Colonia del Valle. Nos recibió Adrián Fernández, quien nos explicó someramente en qué consistiría el evento, a celebrarse en el Gimnasio Olímpico “Juan de la Barrera”. Al poco rato, entró a la oficina Castillo Peraza, impecable y perfumado, como si recién hubiera salido de bañarse, vital, compensando su baja estatura con una postura erguida, mirada profunda tras sus lentes de miope.
—¿Ya les pintaron el “tucho”?— nos preguntó.
Ante mi perplejidad (yo había conocido en Mérida, poco antes, un bar que se llamaba “El Tucho”, pero nunca me preocupé por averiguar el significado de la palabra), Castillo Peraza aclaró:
—Quiero decir si Adrián ya les explicó de qué va el asunto.
Los siguientes minutos, después de acordar que al día siguiente haríamos una visita a la locación, acompañados por Fernández, fueron más una charla cordial en la que se interesó por cómo estaba siendo aceptado el PAN en una región tan predominantemente priista. Le dije que no estaba fácil, sobre todo en las zonas rurales, pero que en la cabecera municipal había algunas personas que nos veían con buenos ojos. Le recordé que nuestro municipio era la tierra de Gerardo Medina, destacado panista que intentó sembrar la semilla blanquiazul, sin poder nunca obtener cosecha en su propio pueblo.
Carlos Castillo Peraza tenía un carisma especial, con esa capacidad innata, para hacerte sentir en absoluta confianza, y en ese confort concluyó la reunión, acompañándonos personalmente hasta la puerta de la casa en la planta baja.

Desafortunadamente, no pudimos trabajar para la Convención Nacional Panista. La magnitud del local y las características requeridas para el escenario rebasaban nuestras capacidades y así se lo hice saber a Adrián Fernández y a Castillo Peraza mediante un fax, a la semana siguiente. Pudo más la prudencia que las expectativas de conseguir un contrato enorme, en el que podríamos haber quedado mal con un cliente, con nuestro partido y con una persona que había confiado en nosotros.
Quedan sólo para la anécdota esos dos encuentros con un referente en la política mexicana de finales del siglo XX.
El período de Carlos Castillo Peraza al frente del PAN fue de vital importancia, no sólo para su partido, sino para la democracia mexicana. Trabajó arduamente para preparar al PAN con cara al siglo que muy pronto llegaría, aunque en algunos aspectos, su formación profundamente cristiana impidió algunos avances, como la libre determinación de la mujer respecto a su propio cuerpo.
Junto con Muñoz Ledo, presidente del PRD, firmó el Acuerdo Político Nacional, que de alguna manera apoyaba al presidente Zedillo a salir de la situación política anómala que se vivía en ese tiempo, pero que al mismo tiempo colaboraba a que el presidencialismo absoluto fuera cediendo para darle más espacio a los otros dos poderes de la Unión. A consecuencia de esta firma, una importante ala del panismo (liderada por Fox y Fernández de Ceballos) lo criticó duramente, y lo forzó a retirarse de las negociaciones con el Gobierno Federal, fortaleciendo de esa manera al grupo de quien en el año 2000 sería electo presidente.
Su gestión terminó en marzo de 1996, y Castillo optó por no buscar la reelección, permitiéndole a Felipe Calderón tomar la estafeta. Sin embargo, los resultados durante su encargo fueron muy positivos: El PAN ganó 4 gubernaturas y 248 elecciones municipales, entre ellas las de los 16 municipios más poblados y productivos del país y llegó a gobernar en 11 capitales estatales.
En 1997 compitió por la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal, enfrentando a Alfredo del Mazo González y a Cuauhtémoc Cárdenas, quien barrió con la elección, en la primera ocasión en que este cargo se decidió en las urnas. Como candidato, Castillo Peraza estuvo muy lejos de su capacidad como legislador, teórico y operador político; fue relegado al tercer lugar. Tras el fracaso, ocupó brevemente la dirección de Relaciones Internacionales del PAN, partido al que renunció el 28 de abril de 1998, tras 34 años de militancia, para dedicarse a la vida intelectual.
La muerte lo encontró en Bonn, Alemania, el 8 de septiembre del 2000, a causa de un infarto cardiaco. En México, el presidente Zedillo estuvo en su funeral. Dos meses más tarde, se le realizó un homenaje póstumo en el alcázar del Castillo de Chapultepec. En 2007, se le concedió de manera póstuma, la Medalla Belisario Domínguez.
Hoy, a 24 años de su fallecimiento, con el PAN convertido en un remedo de partido político, casi una cloaca, valdría la pena recordar algunas expresiones del gran Carlos Castillo Peraza, el último de los dirigentes doctrinarios de Acción Nacional:
En 1992, dijo: “México es un país en que la ley ya no es verdad, y la verdad todavía no es ley”. 32 años después hemos vuelto a la misma situación.
“La fuerza sin autoridad es prepotencia, burda capacidad física de someter al que disiente. Sólo constituye un verdadero poder la suma de fuerza y autoridad.” Me pregunto si los mayoriteos en el Congreso y el Senado, para aprobar la Reforma Judicial, fueron actos de autoridad o simple fuerza y prepotencia.
“Somos una fuerza, porque hemos creído en la democracia y la hemos practicado. Somos una fuerza porque somos partido político, no academia, ni horda, ni grupo de presión, ni fábrica de insolencias…” Pienso en qué diría Castillo Peraza acerca de Lilly Téllez, de Anaya, de Marko Cortés.
“Apostar al miedo es el único argumento que le queda a quienes no pueden resistir la memoria del pasado ni son creíbles cuando hablan del futuro. Es el recurso del que se sabe derrotado. Además, es el proceder de quien desprecia el derecho que, desde los romanos, enseña como principio que “el terror aplasta a las leyes”. A tomarse en cuenta para la indispensable reconfiguración de los partidos de oposición y su relación con el gobierno autoritario que hoy conduce el destino de México.
“El día que Fox sea presidente de la república habrá que agotar la existencia de Resistol en el mercado. El partido quedará hecho añicos y habrá que pegar los pedazos, uno a uno”. Cierto es que Fox no destrozó al PAN, pero su presidencia abrió las puertas del partido a quienes, por ambiciones e intereses, lo dinamitaron desde adentro.
Guadalajara, Jalisco, septiembre 18, 2024.
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