Por Jacobo Gregorio Ruiz Mondragón*

Toda generación puede revelarse contra sus padres, pero hacer amigos a sus abuelos, porque ellos son los niños pequeños de antes que el tiempo hizo crecer. Seguramente una de las experiencias más satisfactorias de la vida es haber conocido a un «mago», uno de esos que cariñosamente les decimos abuelo o «Abu». Quizá la alegría de ser abuelo sea volver a ver el mundo a través de los ojos de un niño.  

Los abuelos son pieza esencial del rompecabezas que generalmente complementa el núcleo familiar, ya sea por su experiencia, su papel conciliador o simplemente por amor a sus hijos y nietos, sin embargo, desafortunadamente no todos corren con la misma suerte, algunos no son tratados con cariño y respeto, muchas veces se convierten en seres invisibles para la familia cuya presencia parece desaparecer de a poco, primero con los hijos luego con los nietos y al final terminan en el olvido hasta el último aliento en el reloj de las arenas del tiempo.

Cuando metafóricamente el invierno llega a la vida de cualquier ser humano, todo cambia, las cosas se olvidan con mayor facilidad, las actividades cotidianas requieren de mayor tiempo para realizarlas y concluirlas, incluso algunas de ellas, implican grandes desafíos, las enfermedades se vuelven sombra permanente, tal vez eso y otras cosas más, contribuyan para que la paciencia y el amor sean «lujos» excesivamente caros que los adultos mayores no pueden adquirir para sus familias en su trato con ellos.     

Debido al envejecimiento natural de la población, México será en parte, un País de viejitos para el año dos mil cincuenta. La Dra. Isalia Nava Bolaños, académica del Instituto de Estudios Económicos de la Universidad Nacional Autónoma de México «UNAM», señala que de acuerdo con las proyecciones del Consejo Nacional de Población «CONAPO», habrá más de 33 millones de ancianos para ese año, estimando que las entidades federativas con mayor presencia serán la Ciudad de México, el Estado de México y Veracruz; en cambio, Chiapas, Quintana Roo, Coahuila y Campeche tendrán menor presencia de adultos mayores.

Adolece de toda lógica, esperar a que una persona fallezca para extrañarla, cuando a pesar de la existencia se es invisible y al morir la ausencia se vuelva presencia, recuerdos, dolor y remordimientos. Puede ser que no nos demos cuenta de lo verdaderamente importante hasta que lo perdamos, de ser así, obviamente habrá futuro, pero el pasado siempre estará atrás del presente hasta que no haya forma de encontrarnos con quien ya se fue.

Si aún tienen oportunidad de tocar a la puerta de la casa de sus abuelos y hay alguien quien les abra: ¡aprovéchenla!, háganlos sentir vivos, regálenles tiempo y sobre todo afecto, denle sentido a lo que ellos llaman existencia; de otro modo, sólo quedará cerrar los ojos, abrir el corazón, conectar con ellos y escuchar su voz atrapada en el tiempo. Seamos protagonistas no testigos inertes ante el desdén o abandono producido por los infortunios o las manos poderosas de las circunstancias, después de todo, los abuelitos son como los padres, pero con una pizca de azúcar.

Innegablemente, no todas las personas con cabellos de plata y oro en el corazón son abuelitos o parte de nuestra familia, pero la esencia del texto obedece a la idea de hacer que el final de su historia, sea en la medida de lo posible, con dignidad y respeto. 

Alexander Murray Palmer Haley, decía: «Nadie puede hacer por los niños lo que hacen sus abuelos… pues los abuelos son aquellos que rocían polvos de estrella sobre la vida de los pequeños», en otras palabras, son magos con capacidad de crear recuerdos inolvidables para sus nietos.

¡Feliz mes de los abuelitos o adultos mayores!

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