Por Ana Karen Flores*
“A veces hay que saber descansar”.
Marina Castañeda
Cuando nos referimos a las pausas o tomar pequeñas pausas, por lo general asociamos a ese momento de descanso, meditación o reflexión para recuperarnos de cierto peso físico, emocional o ambos ante ciertas situaciones de la vida. Pero las pausas casi no se hablan o bien, siempre resultan incómodas.
Y precisamente el hecho de generar cierto malestar es que anuncian la necesidad de descansar, parar, detenerse o cuestionarse. Esa es su función; decir o decidir cuándo es necesario tomar un respiro. Las pausas al final del día dan inicio a nuevos comienzos, redirecciones o cierres.
Ahí el origen del descanso, ¿Cómo definiríamos el descanso? Tal vez un estado de bienestar mayor, los días, vacaciones o espacios destinados en la agenda con el objetivo de visitar lugares como la playa, la ciudad, las montañas o sitios favoritos ya sea a solas, con la familia o amistades; además de conocer otros sitios, el descanso y el ocio siempre vienen de la mano.

No por nada cuando descansamos, culturalmente se asocia la imagen de un perezoso, un koala o una nutria dormida, de una persona que simplemente no hace nada y eso como consecuencia no se tiene que hacer, siempre es producir, producir y producir. Sí, algo muy factible a un sistema capitalista. Por lo tanto, si una persona hace una pausa o descansa por días, semanas o un mes es algo para cuestionamiento: ¿Te sientes bien?
Entonces, ¿Por qué el descanso se juzga tanto? Por el simple hecho de no estar normalizado. Se le clasifica de un premio, o solo descansar en momentos complicados: sí, hablo del punto de quedar quemados o desgastados físicamente y mentalmente. ¿Algún indicio del llamado burnout? Cuando hay irritabilidad, desmotivación o apatía, síntomas físicos como dolores estomacales, dolor de cabeza, tensión muscular, entre otros. Literal, la batería se ha sobrecalentado.
Lo curioso de esto es que la mayoría de las personas no lo saben, terminar hasta el agotamiento o sobre agotamiento no forma parte de las aspiraciones sociales como lo reflejan diversos esquemas del trabajo. Si bien, tener derecho a un trabajo digno implica contar con la remuneración adecuada, seguridad social y oportunidades en el ascenso o desarrollo profesional, el descanso, la recreación y el derecho a la desconexión digital también son indispensables.

La desconexión se refiere al hecho de descansar o alejarse del uso de pantallas, medios electrónicos o cualquier medio de comunicación digital que altere el descanso físico, mental, emocional y social. Sí, justo el tema del descanso o la principal paradoja es que abarca diversas áreas: descanso físico como el sueño, evitar el desgaste muscular, hidratarse y comer adecuadamente, mental por la parte de alejarse de los pendientes relacionados con el trabajo y bullicio, emocional al escuchar precisamente nuestras emociones y como impactan en nuestro cuerpo y social a tener espacios a solas para descansar.
Las pausas señalan que hay necesidad de reponerse físicamente, emocional o mentalmente, son los parámetros similares a los minutos, cuando el cuerpo y la mente lo exigen es necesario escucharlos. Por ejemplo: cuando acudimos a una fiesta y en la noche nos despedimos de nuestras amistades es parte del descanso social, el recuperar energías, otra situación, cuando llegamos cansados del trabajo y nos emociona ver la película favorita, serie o simplemente quitarse los zapatos.
Cuando se ignoran las pausas se acumulan y esto deriva en cansancio, el descanso es lo contrario ah, pero si se pasa por alto es como avanzar con determinado porcentaje hasta el nivel cero o la sobrecarga, ahí aparece el burnout. Sí, lo que se describió anteriormente. Además, la frase de descansar hasta la muerte o el descanso eterno que se asocia a la tranquilidad y alejarse de este mundo, sí, suena extraño, pero no debería normalizarse eso.

La importancia de contar con un buen espacio para descansar, lejos de los ruidos o estímulos externos, los pendientes y en el caso de las mujeres: la carga mental, es necesario aprender a tomar estos espacios, cuando estamos acostumbrados a un ritmo de vida acelerado es complicado o casi imposible desconectar de todo, pero con horarios adecuados, el equilibrio de las actividades, comprender los contextos socioculturales y el entorno individual permitiría hacerlo.
Cada persona tiene su propio ritmo de vida, pero no significa que el descanso deba ser igual a todas las personas, esto es algo no negociable e inclusive las largas jornadas laborales extenuantes contribuyen al deterioro de la salud física y mental. Los entornos ambientales contaminantes también afectan la calidad del descanso, los traslados o trayectos largos o la falta de servicios públicos también.
Aunque la palabra descanso en realidad sí tiene una definición, en la práctica pareciera algo utópico o un sueño a alcanzar, ser un mérito, premio o algo inalcanzable pero no, solo las políticas laborales, la doble jornada laboral en el caso de las mujeres, los cuidados no remunerados, el uso del tiempo para mujeres y hombres y otros factores contribuyen a la falta del reconocimiento del descanso y sí, hasta descanso digno atendiendo al bienestar general.

Una pausa es literalmente una porción de tiempo subjetiva, desde cinco minutos hasta media hora y no cuenta la hora de comida o el momento para comer porque justo eso también se realiza de forma rápida sin disfrutar algo tan cotidiano. El descanso es el día o días necesarios para reponer energías, destinar ese tiempo a otras actividades culturales, personales o motivacionales.
El descanso no es un premio ni mucho menos una cuestión inalcanzable, es un derecho, una necesidad básica y una forma también de autocuidado. La glorificación de estar siempre trabajando o continuando con actividades sin parar solo trae como consecuencia el burnout.
No está mal no resolver todo, la vida continúa con o sin actividades; pero el cuerpo no, así que las pausas no son malas, ayudan a respirar mejor, tener mayor oxigenación, estirarnos, reír, convivir, escuchar nuestro alrededor. El descanso permite apreciar todo lo que nos rodea, recargar energías y dar lo mejor de cada quien. No está mal descansar, al final nos hace humanos y nos da esa oportunidad de valorar los pequeños momentos.
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