Hoy 20 de julio se cumplen 25 años del fallecimiento de Juan Monroy Pérez y el próximo jueves 25, se cumplirán 30 años de que le fuera otorgado el nombramiento de Hijo Distinguido de Atlacomulco, por las obras gestionadas a favor del desarrollo de este municipio, cuando tuvo la oportunidad de ocupar el cargo de Secretario General de Gobierno en la administración del Dr. Jorge Jiménez Cantú.

El 23 de junio de 1994, el Cabildo en pleno aprobó por unanimidad el nombramiento a Juan MonroyEn reconocimiento a la labor que de manera destacada ha realizado en beneficio del desarrollo y progreso del municipio, demostrando con ello el amor y el cariño por la tierra que lo vio nacer”.

Dentro de las obras que don Juan gestionó y que cambiaron radicalmente la dinámica social, económica y política de Atlacomulco, se pueden nombrar la autopista Toluca-Atlacomulco, el Circuito Vial «Jorge Jiménez Cantú«, la Zona o Parque Industrial, entre otras.

Las crónicas de la época reseñaron el acontecimiento de la siguiente manera: “El homenaje se inició en la avenida principal Isidro Fabela, donde se instaló un arco triunfal con la leyendaBienvenido don Juan, lo recibimos con cariño”.

Eran las 12:30 horas de esa esplendida mañana cuando el homenajeado, descendió de una camioneta color azul, acompañado de su esposa, la señora Martha Elba Monroy, quienes fueron recibidos por una multitud y por las autoridades encabezadas por el presidente municipal, René Montiel, el subsecreatrio “B” de Gobierno, Félix García García, quien asistió en representación del gobernador Emilio Chuayfett y la diputada local Marisol Arias Flores”.

Ya en el Salón de Cabildos, a JuanEl Bueno”, como le decía la gente, le fue entregado el reconocimiento de manos del alcalde, quien al recibirlo visiblemente emocionado dirigió el siguiente mensaje:

Dicen que la política es la actividad humana donde se hacen amigos de a mentira y enemigos de a de veras. Yo siempre he creído que la política debe ejercerse para dos cosas: para servir y para hacer amigos.

Siempre pensé que los cargos públicos son transitorios y que al final de la jornada solo queda la familia si supo uno conservarla y los amigos que pudieron cultivarse.

Debo confesar que he sido un afortunado en mi paso por la política, pues a varios años de haberla ejercido, conservo una familia unida, comprensiva y afectuosa, y la cosecha de amigos ha sido muy generosa, como se constata en este acto en el que mis amigos de Atlacomulco me ofrecen un testimonio de gratitud por las obras que me fue posible promover en beneficio de nuestro municipio cuando tuve la fortuna de fungir como Secretario General del Gobierno del Estado de México, al lado de uno de los gobernadores más fecundos que ha dado nuestro Estado; el Dr. Jorge Jiménez Cantú.

Dicen que recordar es vivir, es volver a vivir.

Recuerdo cuando hace 13 años al no haber podido lograr mi anhelo de ser Gobernador de nuestro Estado, me retiré de la política para incursionar en actividades empresariales. Salimos del gobierno a pedirle prestado a Don Carlos Araiza, Director de Bancomer, para construir casas de interés social en Toluca. Un par de meses después en un encuentro que tuve con el entonces Gobernador Alfredo del Mazo González, me decía:

Juan sé que te estás dedicando a construir casas, ¿por qué no construyes casas en Atlacomulco?

Porque no tengo en donde construirlas, porque no tengo en Atlacomulco un solo metro cuadrado de terreno de mi propiedad-, le contesté.

A propósito no quise comprar ningún terreno en Atlacomulco para que no se fuera a pensar que las obras de infraestructura que estaba promoviendo serían para beneficio personal; y vaya que tuve oportunidad de adquirir excelentes terrenos que me ofrecieron en venta sobre lo que hoy es el Anillo Periférico, como el que Javier Mercado me ofreció, muy barato por cierto, en lo que hoy es el tianguis y la Terminal de Autobuses o los terrenos que Matías Pérez me ofrecía a la salida del camino a San Juan de los Jarros.

Cómo no recordar aquella reunión en Hondigá con un grupo de amigos entre ellos Mayolo del Mazo, cuando soñamos con construir para Atlacomulco un Circuito Vial (periférico) para evitar que los camiones pesados cruzarán innecesariamente el centro de la población. Hubo entonces algunas opiniones de buena fe en el sentido de que este periférico restaría importancia y podría matar comercialmente al centro de la población. El tiempo nos dio la razón, pues es fácil imaginar el caos vial que existiría en el centro de la población sin este circuito periférico, que recuerdo bien costó la cantidad de 80 millones de viejos pesos, de los pesos de hace 15 años.

Cómo no recordar aquella vez en la que anhelé en crear una Zona Industrial en los terrenos de la Estación, entonces propiedad de las familias Caballero y Vieira, y que hoy da asiento a importantes industrias que constituyen una importante fuente de trabajo para muchas familias de Atlacomulco y de los municipios circunvecinos.

Cómo no recordar aquel lunes de 1979 cuando le pedí al Gobernador Jiménez Cantú, su anuencia para construir una autopista que comunicara en forma segura y en poco tiempo a Atlacomulco con Toluca, como un impulso más a la incipiente Zona Industrial que entonces nacía y para fortalecer el desarrollo de los municipios del norte del Estado. Recuerdo que con dos tractores Caterpillar D-8 que traíamos haciendo bordos en la zona de Aculco y Acambay, en solo tres meses liberamos el derecho de vía, desde Atlacomulco hasta Toluca, con el apoyo de los Presidentes Municipales de Atlacomulco, Jocotitlán, Ixtlahuaca, Almoloya de Juárez y Toluca, que nos ayudaron a trabajar de la mano con los pobladores.

Con un gran esfuerzo dejamos en 1981 esta gran obra a más del 70% de avance, tocando al Gobernador Alfredo del Mazo González terminar totalmente esta obra que ahora forma parte de la Autopista Guadalajara- Morelia- Cd. de México.

Cómo no recordar los trabajos de adaptación de los parques del Ocotal y de la Isla de las Aves.

Cómo no recordar el día en que observábamos un promontorio, una pequeña colina en la que imaginamos luciría en toda su magnitud este hermoso Auditorio Municipal en el que ahora estamos conviviendo.

Estimados paisanos quiero decirles que ningún mérito personal me cabe en la realización de estas obras, fue solo el aprovechar una feliz circunstancia que se presentó y que cualquier otro atlacomulquense habría aprovechado también, igual o más que yo para servir a Atlacomulco, porque todos los atlacomulquenses amamos profundamente esta tierra y siempre queremos servirla.

Cómo no habríamos de amarla, si aprendimos a hacerlo desde niños, recorriendo sus calles, sus callejones, sus plazas públicas, sus paseos: Las Fuentes, el Cerrito de las Cruces, la lagunita, aprendimos a amarla viviendo sus tradiciones, la Feria de septiembre con las peregrinaciones del Señor del Huerto y la Feria de la Ascensión y tantas otras tradiciones a los que los atlacomulquenses nos aferramos con verdadera devoción.

Cómo no habríamos de aprender a amar a nuestra tierra si hemos tenido el ejemplo de grandes Atlacomulquenses que nos enseñaron a hacerlo y a quienes aquí rindo un emocionado reconocimiento: al humanista, epónimo de nuestro municipio, el gran Isidro Fabela, al autodidacta enamorado de su tierra, Don Alfredo del Mazo Vélez; a quien fue y es mi maestro en la política y en la vida, el inconmensurable Carlos Hank González; al intelectual y poeta Mario Colín Sánchez y tantos otros atlacomulquenses que aman y sirven a su tierra, muchos de ellos presentes en esta reunión. Cómo no amar a nuestra tierra si aquí están nuestros afectos, si aquí están nuestros recuerdos, si aquí están nuestros muertos, cómo no amarla si en ella habremos de descansar para siempre.

¡Gracias amigos de Atlacomulco por esta fiesta del espíritu, gracias por ejercer el valor humano que más engrandece al hombre: la gratitud! 

¡Gracias por confirmarme el día de hoy, que en la vida vale la pena servir y hacer amigos!”

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