Por Jacobo Gregorio Ruiz Mondragón*
Desde 1960, cada doce de julio se conmemora el Día del Abogado, en razón de la expedición de un decreto emitido por el Lic. Adolfo López Mateos, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, a raíz de una petición realizada por Don Federico Bracamontes Gálvez «Licenciado en Derecho por la UNAM», en su carácter de Fundador y Presidente del Diario de México. Sin embargo, la génesis se remonta al 12 de julio de 1533, cuando en el Virreinato de la Nueva España se impartió la primera cátedra para la enseñanza del derecho, luego de que se estableciera la Real y Pontificia Universidad de México.
La abogacía, sus necesidades e ideales, cambian en la medida en que pasa el tiempo y nuevos requerimientos se hacen sucesivamente presentes en su espíritu. De ahí la necesidad de retomar los mandamientos del abogado en el ejercicio profesional, cuyas expresiones constituyen guías del deber, cortesía e incluso alcurnia de la profesión, pero en esencia grosso modo son perlas de sabiduría pragmática de la virtud, pues la tentación pasa siete veces por delante del abogado, y éste puede hacer de su cometido, como se ha dicho, la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios.
Esta profesión no es ciertamente un camino glorioso; está hecho, como todas las cosas impregnadas de naturaleza humana, de penas y exaltaciones, de amarguras y esperanzas, de desengaño y renovadas ilusiones, pero la recompensa al sacrificio será entrever ese pequeño hilo de gloria que ansiamos para lograr una sociedad más justa y progresista.
Ahora bien, por cuestiones de espacio, se abordarán sólo algunos de los mandamientos del abogado, por ejemplo, los de San Ivo de Kermartin, mejor conocido como el «defensor de los pobres», quien se caracterizó por su honestidad, rectitud e integridad en sus servicios, aunque con posterioridad recibió el llamado de Dios, al convertirse en sacerdote. Sus postulados fueron:
1. Ningún abogado aceptará la defensa de casos injustos, porque son perniciosos para la conciencia y el decoro.
2. El abogado no debe cargar al cliente con gastos exagerados.
3. Ningún abogado debe defender causas valiéndose de medios ilícitos o injustos.
4. Debe tratar los casos de todos los clientes como si fueran propios.
5. No debe ahorrar trabajo ni tiempo para obtener el triunfo del caso que le ha sido encomendado.
6. Ningún abogado debe aceptar más querellas de las que su tiempo disponible le permita.
7. El abogado debe amar la justicia y la honradez, tanto como a las niñas de sus ojos.
8. La demora y la negligencia de un abogado a menudo causa perjuicio al cliente, y cuando esto acontece, se debe indemnizar.
9. Si un abogado pierde un caso debido a su negligencia, debe recompensar debidamente al cliente perjudicado.
10. Para hacer una buena defensa el abogado debe ser verídico, sincero y lógico.
11. Un abogado debe pedir ayuda a Dios en sus defensas, pues Dios es el primer protector de la justicia.
12. Los principales requisitos de un abogado son: sabiduría, estudio, diligencia, verdad y sentido de justicia.
Ángel Osorio y Gallardo, abogado, político y escritor, entre cuyas obras se encuentra «El Alma de la Toga», exalta en sus líneas una serie de valores aspirando a convertirse en guía de los jóvenes, a fin de visualizar cómo ser un auténtico profesional del derecho. Su decálogo, precisa:
1. No pases por encima de un estado de tu conciencia.
2. No afectes una convicción que no tengas.
3. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía.
4. Piensa siempre que tú eres para el cliente, y no el cliente par a ti.
5. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no consientas ser menos.
6. Ten fe en la razón, que es la que en general prevalece.
7. Pon la moral por encima de las leyes.
8. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común.
9. Procura la paz como el mayor de los triunfos.
10. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que las de tú saber.
Eduardo Juan Couture Etcheverry, considerado uno de los procesalistas latinoamericanos más influyentes del Siglo XX, escribió quizá el decálogo más conocido, el cual se popularizó como guía de comportamiento ético y moral de quienes ejercen la abogacía, cuyo pensamiento jurídico expresó en los siguientes mandamientos:
1. Estudia: el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.
2. Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
3. Trabaja: la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas.
4. Lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
5. Sé leal: leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
6. Tolera: tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
7. Ten paciencia: en el derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
8. Ten fe: ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia. Y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz.
9. Olvida: la abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
10. Ama tú profesión: trata de considerar a la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado.
Couture, decía: «El decálogo no es un devocionario, ni testimonio que busque otorgar normas de conducta o aspirar a imponer conceptos sino a provocarlos», promovamos entonces, su continuidad o actualización, aplicando aquella frase en la red, que dice: «El título de abogado no se sostiene con un clavo en la pared, se sostiene con trabajo constante, ética irreductible y pasión por la justicia».
Otros mandamientos relativos a la materia son: el heptálogo del Dr. José María Martínez Val; el decálogo del Lic. Ruy Barbosa de Oliveira, así como los postulados del abogado, del Dr. Carlos Arellano García, los cuales advierten cualidades inmersas en preceptos que deben acompañar a la praxis jurídica.
La fecha abre espacio para la reflexión, por una parte, para retomar los mandamientos como sedimentos de la existencia del abogado; y por otra, para reiterar que el derecho es un sendero sin mayor frontera que su actualización y práctica continua.
A manera de despedida y en invocación de la máxima que reza: «No se vale suplicar justicia desde el valle luego de haberla dispensado desde la cumbre», no resta más que expresar mi reconocimiento y respeto a quienes ejercen tan valiosa profesión,
¡Feliz día del Abogado!
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