Por Centro de Atención Primaria a las Adicciones*

En los últimos años, el uso y abuso de alcohol y drogas ha mostrado un incremento en su incidencia y en la actualidad es considerado como un problema importante de salud pública ya que perturba, no solo la vida de la persona que las consume, sino también el entorno en el que ésta se desarrolla, es por este motivo que se han tenido que implementar estrategias para hacer frente a este reto.

Dentro de la población adolescente, este fenómeno cobra especial relevancia, debido al aumento en la incidencia del consumo de sustancias adictivas, las cuales ponen en riesgo su salud y su vida.  Durante esta etapa de la vida los adolescentes cursan por una etapa difícil por sí misma ya que está caracterizada por varios cambios psicológicos, emocionales y biológicos, así como de la búsqueda y aceptación por el grupo de pares, lo que los lleva a tomar decisiones que conllevan riesgos en muchas ocasiones, entre ellas, el consumo de drogas.

Aunque el consumo de drogas sigue siendo más prevalente en la población masculina, se ha visto que en los últimos años se ha incrementado de manera importante en las mujeres. En la actualidad, algunas jóvenes  empiezan a experimentar con algún tipo de droga (legal o ilegal) como parte de un proceso de integración social o con el afán de ser aceptadas en un grupo determinado, sin embargo, también existe otro grupo de adolescentes que enfrentan personalidades complejas, en las que el consumo puede constituir la única alternativa para enfrentarse a su realidad y pueden ser más susceptibles para generar dependencia a las drogas.

En nuestro país, el consumo de drogas ha mostrado variaciones importantes a lo largo de los últimos años; la Encuesta Nacional de Adicciones 2011 indica que el consumo de sustancias ilegales y médicas en la población de entre 12 y 65 años de edad ha aumentado de un 5% observado en 2002 a un 5,7% en 2011. En esa misma encuesta también podemos observar que si bien el consumo de drogas es mayor en la población masculina (en una proporción de 4,6 hombres por cada mujer), el índice de crecimiento es mayor en las mujeres, entre las cuales el consumo de drogas prácticamente se duplicó, aumentando de 1% en 2002 a 1,9% en 2008.

Ese índice de crecimiento puede ser explicado debido a que la actual población adolescente ha sido educada en un modelo de roles más igualitario, en el que se observa una tendencia marcada a la equiparación de los hábitos de consumo de drogas, sin embargo, consumir drogas no tiene el mismo significado para hombres y mujeres, ni es valorado del mismo modo por los demás. Mientras que entre la población masculina el consumo de drogas es social y culturalmente aceptado, entre las mujeres supone un reto a los valores sociales dominantes. Por esto mismo las mujeres con dependencia a las drogas experimentan un mayor grado de rechazo social, que se traduce en un menor apoyo familiar o social.

Esta diferente respuesta en el entorno social ante los problemas de adicción explica por qué muchas mujeres prefieren ocultar el problema y no demandan ayuda, para evitar ser estigmatizadas por su pareja, familia o entorno social.

En el afán de educar en un modelo de roles igualitario se ha perdido de vista que hombres y mujeres tienen diferentes características físicas (funcionamiento hormonal, tipo de respuesta biológica ante las drogas, etc.), psicológicas (autoestima, habilidades cognitivas, respuestas emocionales, etc.) y circunstancias sociales (reconocimiento, valoración y participación social) que explican el distinto impacto del consumo de drogas entre ambos géneros. En este último punto es de destacar la respuesta biológica ante las drogas, recordando que en lo que a la fisiología respecta, el funcionamiento propio de nuestro cuerpo difiere significativamente entre hombres y mujeres, lo que representa riesgos específicos para la población femenina con consumo de sustancias psicoactivas,

Un claro ejemplo del impacto del consumo de sustancias psicoactivas en la población femenina es el alcohol, consumiendo la misma cantidad de alcohol, las mujeres registran niveles de alcoholemia superiores a los hombres. Esto derivado de que las mujeres absorben y metabolizan el alcohol de manera diferente a los hombres, lo que provoca que, su concentración en sangre sea mayor y con ello una mayor presencia de comorbilidades asociadas.

Los estudios existentes sobre los efectos del alcohol a largo plazo muestran que las mujeres tienen un mayor riesgo que los hombres de sufrir daño hepático, estos daños del alcohol sobre el organismo tienen en las mujeres una evolución mucho más rápida, incluso consumiendo cantidades menores de alcohol que un varón. Además, las mujeres deben hacer frente a riesgos y consecuencias particulares de su género, por ejemplo la osteoporosis, que se puede presentar de manera precoz en la población postmenopausica que consume alcohol, o bien  el cáncer de mama, que si bien no es especifico de la población femenina, el ser mujer es ya per se un factor de riesgo para padecer dicha enfermedad, y si a esto se agrega el consumo de alcohol, podemos incrementar este factor de riesgo de forma significativa.

El embarazo es también otro momento en la vida de la mujer que se pude ver afectado por el consumo de alcohol, teniendo complicaciones tanto maternas como fetales, por ejemplo, restricción del crecimiento intrauterino, partos prematuros o incluso síndromes complejos que pongan en riesgo al recién nacido. Esto solo por mencionar los riesgos asociados al alcohol, pero hay que tener en mente que no es la única droga con efectos  específicos de acuerdo al sexo.

Finalmente, dentro de nuestra sociedad existe un bajo nivel de percepción del riesgo y alta tolerancia social y familiar para el inicio del consumo de drogas, lo que ha propiciado un incremento importante del consumo de sustancias psicoactivas en la población femenina, sin embargo, se han dejado de lado las implicaciones tanto sociales como en la salud, que conlleva el consumo de drogas en la población femenina. Esto señala la necesidad de reforzar el conocimiento del daño que el uso de drogas ocasiona, haciendo énfasis en las mujeres.

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