Por: Natali Ixchel Téllez*

Qué bonito es aquello de estar cerca de nuestros seres queridos, poder hablar con ellos a tiempo real en donde sea que se encuentren y así mismo poder saber cómo están o qué ha sido de su vida en el lapso de tiempo en el cual no los hemos visto.

Durante el paso de los años, nuestras necesidades han ido creciendo y una de ellas es la de estar comunicados con los otros, de aquí comienzan a surgir las primeras “redes sociales” de todas las épocas.

Sin embargo el tiempo ha cambiado, hemos evolucionado y la tecnología de la comunicación entre dos o más personas también, y así mismo nos ha consumido.

Hemos perdido el hecho de convivir con las personas de nuestro alrededor, hoy en día en lugar de hablar de frente solemos escribir por WhatsApp, las reuniones “sociales” consisten en estar y no estar, ya que si miramos con cautela cómo la gente se reúne cada quién con su celular, incluso puedo afirmar que los sentimientos los hemos convertido en ultimas conexiones, las cartas por mensajes de texto, las visitas por video llamadas, los detalles por fotografías en Instagram, los besos por emojis, las felicitaciones por publicaciones en Facebook, el famoso grito de nuestras madres “¡YA BAJENSE A COMER!” por un Whats que dice lo mismo pero sin el efecto.

Hemos perdido el sentido de pertenecer al mundo; pero sobre todo el sentido de la intimidad en las relaciones y no solo de pareja, sino también con nuestros amigos. Pues ya no sabemos qué son las cosas de “verdad” por así llamarlas, hoy en día solemos preocuparnos más por lo que vemos en nuestros teléfonos que en la vida real.

Por la zona donde vivo hay una frase que dice lo siguiente y retomo con mucha firmeza:

 “- ¿Cómo es posible que duraran 65 años juntos? Muy simple, porque nacimos en una época donde si algo se rompía se reparaba no se tiraba a la basura”.

Y es que es cierto, para nosotros los jóvenes de hoy, es más fácil terminar una relación –de cualquier tipo- por algún error, es más fácil no aclarar las cosas que pedir perdón justificándonos con “el orgullo nos gana” pero la verdad es que nacimos en una época donde es más fácil decir adiós que decir perdón.

Y hablando del perdón ¿Dónde fue que quedó el amor entre dos?…

Hoy en día podemos percatarnos que “el amor en los tiempos del cólera” se perdió en “el amor en los tiempos de X (exTwitter)” ya que hemos perdido el sentido del amor “a la antigua” ése que por generaciones se había conservado.

El que si le preguntas a tus padres o abuelos cómo fue que llegaron a enamorarse  el uno por el otro te hablaran de las cartas escritas a puño y letra que hasta la fecha conservan en una caja y para ellos valen más que todo el oro del mundo, por los libros dedicados, porque las historias les recordaban a “él o ella”, aquellas pláticas en las banquetas afuera de sus casas o a la ida por el pan; en dedicar canciones o poesías tales como “No prometas lo que no será” de Jorge Muñiz y María del Sol o el “Quiero ser en tu vida”  de Martín Galas, esos escritos tan largos que pueden describir más un sentimiento que tú mismo y tenían más sentido que ahora, cuando se guardaban las flores secas y se conservaba una hoja tan seca para el amado.

No digo que todos los casos sean así pues hoy en día hay personas que siguen conservando las maneras de cortejar de antes y bueno para mí eso es más valioso que todo el dinero del mundo, porque te regalan algo eterno que como hoy y antes se sigue conservando: Te da esperanza, fe, te hace sonreír cuando estas triste, pero sobre todo te enseña tanto con lo que creces internamente.

Otra cuestión que hemos seguido son los esquemas que hemos llamado “goals” donde se nos muestra una realidad efímera ya que las personas (en especial los adolescentes) buscamos un amor de película de esos que muestran que todo está bien, que todo es fácil cuando no lo es. Pero cuando caes en la realidad y ves el amor con otros ojos, te das cuenta de tu error.

De pronto encuentras alguien con quién reír, con quién jugar, con quién charlar de todo, alguien en quien confiar, que te abrace con fuerza y sentir seguridad, alguien “a la medida”; aunque estés lejos sabes que está ahí y aunque no pueda tocarte o tú no puedas tocarlo lo sientes.

Está ahí; no muy cerca, pero si muy dentro y es una dicha el amarle porque te sientes amado, por más malo que pueda ser. Lo amas y ya no hay nada que hacer.

Creo que deberíamos de bajar un poco el celular de nuestros rostros y comenzar a reír de verdad, sonreír de verdad, hablar de verdad, visitar de verdad, abrazar de verdad, besar de verdad, reunirse de verdad… Pero, sobre todo, vivir de verdad y dejar vivir a los demás.

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